Las pinturas de ‘La cazadora de liebres’, de Xavier Coronel, dialogan con la obra del escritor argentino César Aira. Foto: Mario Faustos / EL COMERCIO
Tres pinturas de Xavier Coronel, agrupadas bajo el nombre de ‘La cazadora de liebres’, combinan vistas de la casa en Múnich donde murió Leni Riefenstahl (1902-2003), cineasta alemana que produjo propaganda para el régimen nazi. En la obra hay también una evocación al barrio de escritores de Flores, en Buenos Aires (Argentina), una liebre ahorcada y un elefante rosado.
El beige predominante y los colores pasteles contrastan con personajes imprecisos, siniestros. “Encontré inspiración en la estructura de asociaciones libres y construcción sobre la marcha con la que trabaja (el escritor argentino) César Aira, quien escribe en el barrio Flores y habla de cuentos dadaístas, de juguetes literarios para adultos”, dice Coronel. La práctica argumental de la “fuga o huida hacia delante” deviene en tramas imprevisibles y en una desmedida invención, explica.
Tres libros, dos novelas y un poemario publicados a lo largo del siglo XX son el detonante con el que ocho artistas de Guayaquil construyeron sus obras –dibujos, pinturas, videos y sobre todo instalaciones– en la muestra ‘Desde el espejo convexo del Doctor Aira’. La literatura es fuente de inspiración respecto de un tema, a un método o como un proceso equiparable al de las artes visuales.
El nombre de la exposición, abierta hasta esta semana en la galería Dpm de Guayaquil, combina los títulos de dos libros a los que interpelan las obras: la colección de poemas ‘Autorretrato en espejo convexo’ (1975), del estadounidense John Ashbery, y la novela ‘Las curas milagrosas del doctor Aira’ (1998), de César Aira.
El tercer libro es la novela ‘Impresiones de África’ (1910), del francés Raymond Roussel, figura tutelar para los otros dos autores y, de hecho, una fuente de la que bebieron movimientos artísticos como el dadaísmo y el surrealismo, exaltado por el propio Marcel Duchamp.
“La literatura experimental o muy alejada de la perspectiva naturalista o realista es el marco desde donde ampliar los que pueden llegar a ser los rígidos límites de la esfera del arte”, dice Jorge Aycart, curador de la muestra.
Aycart exhibe una instalación a partir de una fotografía de Roussel, quien era homosexual y hacía pasar a una amiga como novia en la sociedad parisina de inicios del siglo XX: de la foto de los dos, rasgada por la mitad, surge una suerte de brazo carnal y monstruoso. Un video reconstruye la historia o el recorrido de una roca que destruye una mesa con una vajilla para dos y, sobre los restos de una vajilla rota en el suelo de la galería, se proyecta otro video de las prácticas de un samurai, dentro de una tetera de porcelana. La voz de Ashbery recita en inglés el poema Estas ciudades lacustres.
En la obra, una idea inicial da paso a otras ramificaciones. “Si algo tienen en común estos tres escritores es la necesidad de pensar que la literatura, la escritura o la representación y la forma del arte en general; van más allá de lo anecdótico y se presentan como la activación de múltiples dimensiones, en el plano de lo imaginativo, lo fantasioso, lo laberíntico, lo cerebral o lo poético”, indica Aycart.
Como en la literatura experimental, las historias extrañas toman rumbos imprevistos en las piezas de la exposición. Y la idea de la deformación, el concepto de lo deformado, atraviesa todas las obras.
En la muestra participan además los artistas Lisbeth Carvajal, José Pinto, Leandro Pesantes, Manuel Córdova y Ricardo Fernández. El “espejo que genera deformaciones” produce, en ‘La tercera bestia de Shambhala’, una gruta húmeda y oscura (en porcelanicron, papel y pintura) y un animal aberrante (en cemento) en la instalación de Boris Saltos.
“La metodología pretende una dinámica que te descoloca respecto de tus formas habituales de producción, te invita a ir más allá de los lugares donde te sientes a salvo”, dice Saltos sobre el proceso.