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El amor como una excusa para la creación artística

El Beso, la pieza de Rodin representa a Paolo y Francesca, dos amantes que aparecen en ‘La Divina Comedia’, de Dante Alighieri, y que son condenados a vivir una tortura en los infiernos.

El Beso, la pieza de Rodin representa a Paolo y Francesca, dos amantes que aparecen en ‘La Divina Comedia’, de Dante Alighieri, y que son condenados a vivir una tortura en los infiernos.

El Beso, la pieza de Rodin representa a Paolo y Francesca, dos amantes que aparecen en ‘La Divina Comedia’, de Dante Alighieri, y que son condenados a vivir una tortura en los infiernos.

Desde experiencia vital hasta emoción mortífera, el amor ha sido uno de los sentimientos perennes en la historia de la humanidad. Es por ello que ha trascendido la esfera de las relaciones humanas y encontrado, como espacio predilecto, al arte como una plataforma para convertirse en objeto sensible.

La pintura es uno de los formatos artísticos entre los que más se ha desplegado el amor. Del primero han quedado piezas excelsas como El Beso, de Francisco Hayez; Romeo y Julieta, de Frank Dicksee; Los Amantes, de René Magritte; Kiss, de Roy Lichtenstein; o El primer beso, de William-Adolphe Bouguereau. En estas piezas, este sentimiento se expresa explícitamente como es el caso de Dicksee, o bien de una manera simbólica, tal cual lo hace Bouguereas a través del uso de pequeños ángeles como símbolo de la presencia de cupido.

“Pero el amor no solo mantiene referencia con deseos carnales, con pasiones de pareja”. Esto lo menciona el historiador del arte Pedro Torres en el momento de hablar de Ternura, uno de los cuadros emblemáticos de Oswaldo Guayasamín.

De esta pieza, él rescata esos afectos tan vívidos que logra expresar el artista en la relación de la madre con su hijo. Algo tan intenso como aquel retrato de Eduardo Solá Franco en el que se ve a un hombre (posiblemente el mismo artista) en una playa y con su mano reposando sobre su pecho, el cual está desgarrado justo a la altura del corazón, otro de los símbolos propios en el momento de retratar el desamor. 

También la escultura se suma al universo representativo del amor. En este punto vale recordar un clásico: Psique reanimada por el beso del amor. Esta obra de estilo neoclásico, cuyo autor fue el italiano Antonio Canova, es la representación de aquel beso que Eros dio a Psique para rescatarla del sueño eterno y así volverla a tener entre sus brazos.

Con otro estilo e igual de potente en sus conceptos, la escultórica contemporánea cuenta con piezas en las que se prescinde de las formas humanoides para emitir un mensaje más directo. Así, por ejemplo, se encuentran obras como LOVE, del estadounidense Robert Indiana, que consiste en una escultura de grandes dimensiones con la palabra amor en inglés.

Aquí no importa que el espectador dote de sentido a las formas de la obra, sino que centre su atención en el concepto en sí mismo.

Ya en el mundo de las letras, la relación entre el amor y los escritores ha dado forma a un mundo rico en imágenes. La tormentosa historia de ‘Romeo y Julieta’ (William Shakespeare); la idílicas pasiones a las cuales es sometida la ‘Justine’ del Marqués de Sade; la trágica relación homosexual del ‘Angelote amor mío’, de Javier Vásconez; o la constante lucha por mantener viva esa pasión como se perfila en ‘El amor en tiempos de cólera’, de Gabriel García Márquez, son algunas de las muestras de cómo se ha abordado a este sentimiento en la historia de las letras.

Sin embargo, y a criterio del librero y lector empedernido Jairo Escobar, administrador de la librería El Alquimista, algo que hay que recordar sobre esto es que, en la actualidad, el amor se construye a partir de tramas desconocidas hasta hace unas décadas.

En este punto, él menciona a ‘Crepúsculo’, la saga amorosa de Stephenie Meyer, que se ha vuelto un texto referencial entre las nuevas generaciones de lectores.

En el campo de la música académica, las composiciones que hablan sobre el amor parten de experiencias personales o de lecturas de grandes de la literatura.

Franz Liszt, por ejemplo, encontró su inspiración para escribir los Liebesträume en los poemas de Ludwig Uhland y Ferdinand Freiligrath. Richard Wagner, en cambio, recordó el trágico romance de Godofredo de Estrasburgo para componer ‘Tristan e Isolda’, una de sus óperas emblemáticas.

En el caso ecuatoriano, Diego Luzuriaga creó ‘Manuela y Bolívar’ tras investigar las pasiones entre el Libertador y la patriota quiteña. Asimismo, se encuentra ‘Ensueños de amor’, una opereta de Luis Humberto Salgado que se basa en las relaciones amorosas, con Quito como escenario, durante los años 30 del siglo XX.