El cuidado de pajonales y de áreas verdes está a cargo de los comuneros. Foto: Álvaro Pineda para EL COMERCIO
Pequeños brotes de paja –stipa ichu– comienzan a germinar entre las cenizas que dejó un incendio forestal en las montañas de la comunidad de Angla, en Otavalo (Imbabura).
El fuego consumió 333 hectáreas en agosto pasado, dejando una mancha negra que aún se observa entre los arbustos y plantas del páramo.
Miryan Ibeth Anrango, presidenta de Angla, explica que en esta zona -en donde están ubicadas comunidades kichwa Kayambi– brota el agua cristalina que abastece a tres parcialidades de la parroquia San Pablo del Lago.
Un intenso frío acompaña a esta zona comunitaria de páramo, situada sobre los 3 000 metros, donde está ubicado el bosque de Angla.
El suelo está tapizado por variedades de alisos, pumamaquis, cerotes, suros, helechos, mortiños, chuquiraguas y moras silvestres, entre otros.
Para los nativos es un sitio privilegiado por los recursos hídricos que ofrece. Por eso recibieron con alegría la declaratoria de Bosque y Vegetación Protector que les entregó el Ministerio del Ambiente.
La entrega de la declaratoria de zona protegida a los comuneros de Angla la hizo Raúl Ledesma Huerta, ministro del Ambiente, el martes pasado.
El funcionario regresó dos meses después del incendio forestal que destruyó pajonales y arbustos.
Mientras se realizaba la ceremonia, que incluyó un ritual andino, dos tractores ensanchaban el sendero en medio del páramo.
La idea es que estos caminos cortafuego sirvan para evitar que las llamas se propaguen, en caso de presentarse una deflagración en esta zona cubierta por vegetación de páramo y de bosque andino.
Se trata de 487,90 hectáreas que ahora deberán ser manejadas técnicamente por los campesinos. Ese es el compromiso.
A inicios de este mes, en una asamblea con la participación de 117 vecinos, se decidió solicitar al Estado esta figura de conservación. El objetivo es proteger el bosque, la fauna silvestre y el recurso hídrico.
Con esta nueva área, Imbabura suma 18 bosques protectores. A ellos se agrega el Parque Nacional Cotacachi-Cayapas y tres bloques de patrimonio forestal del Estado.
Este también es el hogar de mirlos, gorriones, jilgueros, quindes. Con un poco de suerte se puede avistar sobrevuelos del cóndor andino y del águila de pecho negro. Además hay lobos de páramo, conejos, raposas, zorrillos y otros.
Un aroma a tierra húmeda inundaba el ambiente. Desde esta montaña se observa un amplio tapiz verde que cubre parcelas de Angla y localidades vecinas de Ugsha, Topo y Gualabí.
Esta formación de vegetación natural, conocida como Tomaturo, está dentro de los páramos de Cusín. Su funcionalidad hidrológica garantiza la generación de 4 litros por segundo. El líquido vital es distribuido hacia los hogares de Angla, Usgha y Topo.
Uno de los retos es la elaboración del Plan de Manejo Integral de este bosque protector. Para ello, la Dirección Nacional Forestal definirá con los campesinos los programas de gestión como educación ambiental, control y vigilancia y reforestación.
Según Ledesma, ahora el reto es la sostenibilidad de este nuevo bosque protector. “Se necesita generar recursos para que esta comunidad tenga posibilidad de crear nuevos emprendimientos, como la actividad turística”, menciona.