Álvaro Manzano, la batuta que revolucionó la OSNE

Manzano (Ambato, 1955) ha dedicado su vida a la música. Dirigió la Orquesta Sinfónica Nacional del Ecuador durante 25 años. En el 2020 recibió el Premio Eugenio Espejo.

Quito, 1984. El telón del Teatro Nacional Sucre se abre y aparecen los músicos de la Orquesta Sinfónica Nacional del Ecuador (OSNE). En el centro del proscenio está parado un joven ambateño, de cuerpo menudo, que estudia en Rusia. La primera obra que suena es la obertura de ‘Rosamunda’, de Schubert, y la última es la ‘Sinfonía Nº 3’, de Beethoven.
Al final de la gala el público lo aplaude con fervor y al día siguiente la crítica elogia su dirección: ¡Sensacional!
Esa fue la primera vez que el maestro Álvaro Manzano dirigió a los músicos de la OSNE. Tenía 29 años y estaba a las puertas de graduarse con un Cum laude en el Conservatorio Tchaikovsky, de Moscú.
Llegó a esa presentación gracias a una invitación de la Sociedad Filarmónica de Quito. No sabía que al año siguiente lo llamarían para que se convirtiera en el director titular de la orquesta y menos que estaría al frente de esta institución durante un cuarto de siglo.
Su travesía musical con la OSNE terminó, de manera oficial, el viernes pasado, con un concierto de despedida que se celebró en la Casa de la Música. Para esta gala, armó una especie de mapa sonoro, que le permitió recorrer los territorios musicales que han marcado su existencia y han construido su cancionero personal: Italia, Ecuador y Rusia.
No fue casual que haya elegido comenzar el concierto con una obertura de Verdi. Después de culminar sus estudios en Ambato, se planteó como meta seguir estudiando en el extranjero. Durante seis años aplicó a becas en varios países, entre ellos Italia. “Amo la cultura y la música italiana. La ópera italiana es mi favorita. Desde Verdi hasta Puccini y todo lo que está en la mitad”.
Finalmente, la respuesta no llegó de Italia sino de Rusia. A ese país llegó sin saber una palabra del idioma, pero a la vuelta de un año hablaba con fluidez. En las aulas del Conservatorio Tchaikovsky refrendó su amor por las composiciones de Shostakovich y Tchaikovsky y dejó que sus maestros lo guiaran en su formación como director orquestal.
Desde pequeño, su único sueño fue ser músico. Que se haya convertido en director orquestal fue decisión de sus profesores en Moscú. “Ellos marcaron ese camino para mí”.
Manzano se dejó arropar por la riqueza musical y cultural de los rusos. Asegura que aún no se la conoce bien, porque a pesar de que ya no existe la cortina de hierro, todavía hay “una cortina de algodón”, que cubre ciertas cosas.
La maestra Eugenia Aizaga es parte de la OSNE desde hace más de treinta años. Ella ha sido testigo de la devoción que Manzano ha tenido por su trabajo. Una muestra de esa entrega -que para sus allegados puede rozar lo espiritual- está en que ha dirigido muchas obras de memoria.
Aizaga destaca que durante los 25 años de dirección de Manzano el repertorio de la orquesta ha crecido de manera copiosa. Cuenta que han interpretado todas las sinfonías de músicos universales, como Beethoven y Tchaikovsky; y, asimismo, que se ha dado espacio a la ópera, a las galas líricas, al ballet y a los conciertos didácticos para niños y jóvenes.
El impulso al cancionero nacional se convirtió en una de las banderas de Manzano. En 1998 fue el primer director ecuatoriano en dirigir la ‘Séptima Sinfonía’ de Luis Humberto Salgado, dedicada a Beethoven. Ha interpretado obras del maestro Gerardo Guevara y de Diego Luzuriaga y ha compartido escenario con solistas nacionales como Boris Cepeda, Beatriz Parra, Luciano Carrera y Ecuador Pillajo.
Para el maestro Dante Anzolini, batuta de la Orquesta Sinfónica de Guayaquil, Manzano es el director de orquesta más importante que ha tenido el país. Entre las cosas que han llamado su atención está la claridad y profundidad musical y mental que despliega en cada presentación. “El crecimiento que ha logrado la Sinfónica Nacional -dice- se debe en gran medida a su trabajo”.
Manzano asegura que cuando asumió la dirección de la OSNE, los buenos músicos escaseaban, al igual que el público que conocía de música académica, ópera y música de cámara. Dice que el cambio más importante que ha visto en estos 25 años ha sido el incremento de músicos con calidad.
“Ahora, sin duda, tenemos mejores músicos que en los años ochenta. También hay un público culto que juzga con conocimiento de causa”.
La primera vez que dejó la OSNE fue en el 2001. Lo hizo para convertirse en el director musical de la Orquesta Sinfónica Nacional de República Dominicana, donde trabajó en dos periodos. Asimismo, ha dirigido en orquestas sinfónicas de países como Estados Unidos, Rusia, Brasil, Argentina, y Cuba, y se ha desempeñado como director musical y artístico del Teatro Nacional Sucre.
Su aporte a la cultura del país fue reconocido el año pasado, con la entrega del Premio Nacional Eugenio Espejo.
Quito, 2021. En el centro del proscenio de la Casa de la Música está Álvaro Manzano. El mismo cuerpo menudo de los años ochenta, acompañado de una cabellera poblada de canas. Viste pantalón de tela y saco de lana. Su rostro está cubierto por una mascarilla quirúrgica y en su mano derecha sostiene una batuta.
Es uno de sus últimos ensayos al frente de la OSNE. Durante varias horas da instrucciones a los músicos. Los alienta a que toquen con amor. Sus palabras tienen un tono paternal; unas veces son suaves y otras más enérgicas. No claudica hasta que todos encuentran la nota exacta. Está convencido de que la música bien ejecutada es milagrosa para quien la escucha, pero también para quienes la interpretan.