Introducción:
Cuando Alizon Llerena habla de su hijo Josué (de 7 años), sus ojos se ponen más verdes, como si brillaran. Él es el único amor más poderoso que Galápagos para esta mujer especializada en Herpetología. Desde que llegó hace 17 años a las islas, su conexión con ese territorio ha sido muy fuerte, al punto de sentirse completamente desubicada en su natal Ambato. Por eso, no se ve viviendo en ningún otro lugar del planeta y su plan de vida incluye hacer todo lo que pueda para ayudar a que el archipiélago se mantenga intacto.Alizon es una de las casi 340 000 madres solteras que hay en el país, según el último censo. Y no se complica por serlo.
Testimonio:
Cuando era pequeña, mi papá quería venir a vivir a Galápagos, pero él murió cuando yo era niña. Creo que desde ahí, inconscientemente, se quedó ese plan en mi cabeza. Pero llegué a Galápagos con el típico voluntariado de la Fundación Charles Darwin, que duraba dos meses, sin pensar en mi papá. Estudiaba Ciencias de la Educación, con especialidad en Biología, y vine para ser asistente de un científico que trabajaba con iguanas marinas en la isla Santa Fe. Vivíamos en un campamento y era la primera vez que estaba fuera de la casa. Tenía 24 años.
Cuando se acabó el voluntariado volví a Ambato, pero no me acostumbré y luego de un año regresé a Galápagos como voluntaria otra vez. Mi función principal era tomar datos meteorológicos. En el 97-98 justo fue el fenómeno de El Niño y había que juntar toda la información posible. Yo tomaba los datos todos los días, sin importar si era feriado o fin de semana. Luego daba apoyo a herpetología en el Centro de Crianza. Otra función cheverísima que tuve, y la veo como una suerte y un honor, fue alimentar al Solitario George; teníamos que llevarle una vitamina con la papaya todas las mañanas. Yo entraba con don Fausto (Llerena). Y era superchistoso porque el Solitario oía que abríamos la puerta y venía, era como un perrito. Así estuve 8 meses.
Ahora trabajo como consultora, hago fichas técnicas para el Fondo de Especies Introducidas del Gobierno. Y esa información va a estar en la web de la Fundación Charles Darwin. Mi idea en cinco, en diez años o más, es seguir trabajando en conservación; me gusta, me apasiona. Galápagos es superimportante en mi vida, por eso ni pienso en regresar al continente; y cuando mi hijo tenga que ir al colegio lo hará acá, porque yo confío en la educación que puede recibir aquí (sobre todo antes, la costumbre era que los niños estudiasen la secundaria en Ecuador continental).
Estamos bien los dos aquí, somos felices. Vivimos con mi mami, que vino para ayudarme cuando nació mi hijo, pero ya se quedó.
No ha sido difícil ser madre soltera para mí porque he tenido la ayuda de ella. Y hoy mi hijo tiene una beca para estudiar en la Tomás de Berlanga, donde le enseñan muy buen inglés. Me ilusiona la capacidad de asombro de Josué. Pese a que él está acostumbrado a la naturaleza de las islas, cuando yo le hablo de mi trabajo, de mis viajes, él se asombra y tiene muchos deseos de aprender, de ir al campo conmigo, de trabajar con los animales, de cuidarlos. Está siempre preocupado de que no botemos basura y de ver si el mar está sucio.
Ahora mismo, lo único que me preocupa es que Galápagos no continúe siendo lo que fue, lo que aún es. Que se pierda su riqueza.