La ecuatoriana que vivió 365 días en el Circo del Sol

La ecuatoriana Alexandra Cabanilla recorrió durante un año varias ciudades de Japón como parte del elenco del Circo del Sol. Foto: Cortesía.

Lo que más recuerda del Circo del Sol son las luces. Esas luces que encandilaban sus ojos segundos después de que salía al escenario con el grupo de artistas que eran parte de ‘OVO’, el show con el que visitó durante un año, cinco ciudades de Japón.
Ese es el recuerdo más vívido que Alexandra Cabanilla, la primera artista ecuatoriana que ha sido parte de un elenco del Circo del Sol, tiene una semana después haber regresado al país. De sonrisa amplia y cuerpo menudo, Cabanilla cuenta cómo fueron esos 365 días como parte del circo más prestigioso del mundo.
Lo primero que hizo antes de unirse al elenco de ‘Ovo’, un show que narra la historia de unos insectos que son sorprendidos con la visita de un extranjero que llega a sus tierras con un huevo en sus manos fue una preparación de dos semanas en Canadá.
Cabanilla estuvo en Montreal en donde funcionan las oficinas y talleres del Circo del Sol. Allí conoció a la gente de los departamentos administrativos, pero también a las personas que se preparan en los talleres. “Lo que me sorprendió es que todos allá eran gente muy divertida y feliz del trabajo que hacían”.
Cuando viajó a Tokio, Cabanilla todavía no dimensionaba su nuevo trabajo. Se despertaba todos los días entre las siete y ocho de la mañana. Cuando llegaba al circo tenía una rutina establecida: prueba de sonido, ir al camerino para preparar el vestuario y maquillaje y al mediodía, afinar todo para el primer show.
‘Ovo’ recorrió varias ciudades de Japón. Durante cada una de estas visitas, el Circo del Sol presentaba dos funciones diarias. En sus tiempos de ocio, Cabanilla se dedicaba a leer y a dormir. Su único día libre era el jueves. “Al principio, esos días pasaba en casa, pero luego empecé a conocer las ciudades en las que estaba. Ir a la montaña me sirvió para aliviar el ritmo de vida que tenía”.
Cabanilla era la cantante que durante todas las funciones, que duraban dos horas, cerraba el show de ‘Ovo’. Cantaba en inglés, francés, español y portugués. Lo más difícil llegaba en esos minutos finales. Cabanilla cuenta que el público japonés por respeto hacia el artista nunca aplaude al final de una presentación. “Eso fue duro porque estaba acostumbrada a escuchar los aplausos de la gente”.
Con el pasar de los días, se adaptó a su nueva vida. A la comida japonesa, al sake, a su pelo corto, a su casco y a su traje rojo de cucaracha con al que salía a cada función. Cuando tenía días complicados y la rutina la angustiaba, Cabanilla regresaba a ver a su alrededor y se encontraba con que estaba rodeada de los mejores artistas y atletas del mundo. Se acordaba que era parte del Circo del Sol. Y volvía a sonreír.