Imagen referencial. Alemania anunció este 13 de junio del 2018 una reducción en sus objetivos de emisiones de gases de efecto invernadero. Foto: Pixnio.
El gobierno alemán revisó a la baja este miércoles 13 de junio del 2018 sus previsiones de reducción de emisiones de gases de efecto invernadero hasta 2020, abandonando un objetivo considerado irreal desde hace años.
“Durante las últimas décadas hubo fracasos en materia de política climática que no pueden resolverse a corto plazo”, reconoció la ministra de Medio Ambiente, Svenja Schulze (SPD) en un comunicado en el que presentó el nuevo plan climático alemán.
Ahora, Berlín prevé una disminución del 32% de la emisión de gases de efecto invernadero en 2020 respecto a 1990, contra el 40% anunciado antes. En 2016 emitía un 28% menos de estos gases que en 1990.
Inclusive la diferencia entre el objetivo de partida y su revisión “podría aún aumentar”, advierte el gobierno, para el cual esta reevaluación se explica por una sobrestimación inicial del efecto de las primeras medidas climáticas, así como por el sólido crecimiento de la economía y la población del país.
“Debemos con absoluta urgencia retomar la vía para alcanzar nuestro objetivo del 40% lo más pronto posible”, exhortó Schulze, quien sin embargo no mencionó un plazo concreto.
Para ella, “el lado positivo es que conocemos los instrumentos que nos llevarán hacia este objetivo, por ejemplo las energías renovables o la automoción eléctrica”.
El objetivo del 40% ya había sido puesto en duda durante las negociaciones de coalición alcanzadas en febrero pasado entre los conservadores de Angela Merkel y los social-demócratas del SPD, en tanto ambos partidos se habían comprometido a respetarlo durante sus respectivas campañas electorales.
Alemania, en otras épocas considerada la locomotora medioambiental de Europa, es criticada por las importantes contradicciones de su modelo. La energía nuclear debe ser abandonada en 2022, pero esta medida implica el mantenimiento en servicio de centrales de carbón muy contaminantes. En cuanto a los transportes, la industria del automóvil y el gobierno aún protegen las motorizaciones térmicas, en particular a las alimentadas por diésel.