En el Museo Nacional del Ecuador no se exhiben obras de artistas afrodescendientes. Foto: Diego Pallero / EL COMERCIO
La reivindicación por la presencia de los afrodescendientes en los museos está en plena efervescencia en países como Estados Unidos. Uno de los ejemplos de este fenómeno es ‘Apeshit’, un videoclip que hasta ayer tenía más de 92 millones de visitas en YouTube y en que los músicos Beyoncé y Jay-Z deambulan por el Museo del Louvre mientras reclaman, de una manera desenfadada, un lugar para la identidad negra en la historia del arte.
Uno de los espacios que ha pasado del discurso a la práctica es el Museo de Arte de Baltimore (BMA), que esta semana anunció la venta de siete obras de su colección incluidas dos del archifamoso Andy Warhol para adquirir piezas de artistas que son parte de la diáspora africana, como Wangechi Mutu, Isaac Julien, Njideka Akunyili Crosby o Lynette Yiadom-Boakye.
En el país, el espacio llamado a reivindicar la presencia de los afrodescendientes en el mundo del arte es el Museo Nacional del Ecuador (Muna), que fue reabierto hace unos meses con un nuevo guión museológico y museográfico, que, en teoría, pondría énfasis en la presencia de las minorías étnicas del país, entre ellas los afroecuatorianos.
Desde su reapertura este Diario ha visitado en varias oportunidades el museo y ha constatado que lo que prima en sus salas son las obras que hacen referencia de manera directa o indirecta a las culturas precolombinas, al mundo indígena y al mestizaje.
En el nuevo Museo Nacional, como en la Colección Nacional, los afroecuatorianos son minoría. De las 1 000 obras que se exhiben, solo aparecen en dos fotografías, cuatro cuadros y un proyecto escultórico. Ahí están los cuadros Santa Mariana de Jesús, pintado por Joaquín Pinto; Vencedor condenado a la derrota por agotamiento sucesivo, de José Luis Celi; Fiesta, de Segundo Espinel, y Paisaje de Esmeraldas, un lienzo de Olga Fisch.
Entre este puñado de obras la imagen más ilustrativa está en el cuadro de Pinto. En esta pintura de gran formato la escena principal está protagonizada por la Santa quiteña, quien tiene frente a ella a un grupo de niños mestizos e indígenas. A sus espaldas, detrás de la silla en la que está sentada, aparece una niña afro de cuerpo menudo y mirada grotesca que observa lo que sucede mientras sostiene un pequeño palo entre sus dientes.
Lo más evidente en relación a la presencia de los afroecuaorianos es el proyecto La Carga, una serie de esculturas de tamaño real hechas por la artista Alice Trepp entre el 2011 y 2015 que están distribuidas por varios espacios del museo. Aquí vale recordar que ninguna de las obras que se exhibe actualmente en el Muna fue realizada por algún artista afro.
A estas obras se sumará, el próximo año y de manera temporal, el cuadro Tres caballeros de Esmeraldas, un retrato hecho por el pintor indígena Andrés Sánchez Galque, en 1 599 y que es parte de la colección del Museo del Prado de España. A propósito de esta obra, el museo incluyó en su guion académico un ensayo de Tom Cummins, traducido por Jorge Gómez Rendón, donde se reflexiona sobre la importancia de este óleo sobre lienzo donde aparece don Francisco de Arobe y sus hijos don Pedro y don Domingo.