La chica del jean ceñido tiene miedo. El lobo a sus espaldas no le quita de encima esa mirada morbosa. Y la anciana -sentada junto al lobo-, no tiene otra opción que usar un libro como paraguas para esquivar los babosos pensamientos del animal con cuerpo de hombre. El escenario: uno de los buses de la Metrovía.
La imagen caricaturesca -con un aire a Caperucita Roja– contiene en el fondo una fuerte denuncia social. “Hoy en día las mujeres nos sentimos acosadas, como carne fresca para un hombre. Quise reflejar en un lobo el porqué nos sentimos como un cordero atrapado, rodeado”.
Génesis Peña es la autora del afiche. La estudiante de Producción Audiovisual de la Escuela Superior Politécnica del Litoral (Espol) expresó con arte sus temores.
La imagen es parte de una campaña contra el acoso hacia las mujeres en la transportación pública, una iniciativa de la Espol y la Fundación María Guare.
Las estadísticas desnudan esta incómoda realidad. “De 400 encuestas realizadas por estudiantes de la Escuela de Diseño y Comunicación Visual (Edcom), 63% de las mujeres denuncia que ha sufrido acoso en el transporte público, la mayoría por contacto”, explica Mónica Robles, coordinadora de vinculación con la comunidad de la Edcom de la Politécnica.
A sus espaldas, un articulado de la Metrovía -repleto- pasó velozmente por el carril de la calle Pedro Carbo, en el centro de Guayaquil. Son las 11:00 y entre frenazo y acelerada, algunas manos -incluso otras partes- pasan el límite permitido. “Que más queda. Cuando va más repleta solo queda soportar, resignarse”, dice Andrea, una usuaria.
Para la abogada Mónica Garzón, de la Fundación María Guare, el piropo aparentemente inofensivo, pero con doble sentido, y el roce malintencionado son el inicio de una cadena de violencia contra la mujer. “Es una forma de maltrato psicológico, la antesala del maltrato físico. Dicen que este tipo de maltrato no deja una huella física, pero a la larga deja una huella que es difícil de borrar. Y la mujer se vuelve tolerante a ello”.
Durante los últimos 15 años, la violencia de género pasó de ser considerada un problema social y se transformó en un problema de salud pública. De acuerdo a un informe de la ONU, Ecuador está entre los países con mayor índice de violencia contra la mujer. Las cifras del Instituto Nacional de Estadísticas y Censos (INEC) revelan que seis de cada 10 mujeres son víctimas de violencia intrafamiliar.
El estudio de los alumnos de la Espol busca cambiar el imaginario cultural del galán que se cree más hombre al acosar a una mujer. Por ello, esta campaña es un primer llamado de atención. Luego prepararán un documental, circularán información en las redes sociales y crearán un sitio web con información sobre la problemática.
Las encuestas de los estudiantes develan además que el 90% de las usuarias de la transportación pública en Guayaquil desearían que en las horas pico exista un transporte exclusivo para ellas. En tanto que el 84% desconoce que existe un marco legal que las ampara.
Romper el silencio y dejar de ver el acoso como algo normal son otros objetivos de esta campaña. “Existe el artículo 168 del COIP en el que aparece el tema del acoso sexual. No habla del ámbito del transporte público, pero abogados aseguran que sí se podría aplicar; esto es penado”, afirma Robles, quien grabó un mensaje claro en su camiseta: ‘¡Aguanta varón!, ser morboso es delito’.
El eslogan arrancó sonrisas en algunos transeúntes. “Es verdad -reconoció Luis, de 75 años-. A veces los hombres nos pasamos de morbosos”.