Era de noche y el cuerpo de Lourdes estaba tendido sobre el piso de su dormitorio. Los vecinos pensaron que estaba muerta. No se movía. Pero los paramédicos advirtieron que estaba inconsciente y la llevaron a un hospital de Guayaquil.
El sonido de la moto alejándose con los asaltantes que le quitaron USD 6 000 aún lo perturba. Es lo que más recuerda del asalto que sufrió 10 minutos después de retirar el dinero del banco. El ataque duró 15 segundos, pero en ese corto tiempo vio y sintió cosas que jamás olvidará. Así relata Marco lo que sufrió cuando en octubre dos sacapintas le apuntaron con un revólver en la cabeza para llevarse su plata.
Tras el terremoto ocurrido en Ecuador el sábado 16 de abril de 2016, de una magnitud de 7,8 en la escala de Richter y teniendo como epicentro el cantón de Muisne, provincia de Esmeraldas, las secuelas sociales que el hecho deja en los supervivientes van desde el sentimiento de culpa hasta la sensación de abandono.
Ya no es la misma de antes. El asalto, en el 2007, le cambió su vida. No volvió a subir a un bus sola. Tampoco camina sin compañía. Son las secuelas del ataque que sufrió mientras esperaba el bus en el puente 2 de la autopista General Rumiñahui, en el oriente de Quito.