Dicen las malas lenguas y algunos perversos historiadores que el doctor Velasco Ibarra cuando necesitaba deshacerse de algún ministro secretario de Estado que había dejado de ser útil y no se había dado cuenta, lo nombraba una vez o dos veces por su apellido materno y no por el primero. El susodicho receptaba la señal y presentaba la renuncia por asuntos personales; algunos incluso agregan, que lo hacían después de haber sido sustituidos. Generalmente en este tema siempre está presente el ángel o el demonio de la fiscalización, sea por la vía legislativa o por la presión de una opinión que no soporta al funcionario o que considera -por cualquier motivo- que en su casa lo necesitan a tiempo completo.