Dos días después de la muerte de un joven de 29 años a manos de la Policía, una turba enfurecida quemó la noche del sábado dos vehículos policiales, un autobús, varios edificios y un supermercado de un barrio de Londres. En las últimas horas, la violencia se ha extendido a otros barrios, llegando a 215 el número de personas detenidas.
En Chile, miles de estudiantes y sus familias han protagonizado fuertes disturbios y manifestaciones para protestar en contra del Gobierno por la educación.
Los “indignados” en España, y en menor medida en Francia, Grecia y Portugal, siguen en movilizados desde el 15 de mayo por la crisis económica y el aumento del desempleo. Uno de cada cinco personas está en el paro, especialmente, población joven.
Cuando se mira con detenimiento lo ocurrido en Inglaterra, Chile y España, surgen una serie de interrogantes. ¿Cuál es el motivo de fondo de la protesta social?
Aunque en Inglaterra se atribuyó en un principio la responsabilidad de los disturbios a pequeños grupos de delincuentes, especialistas han advertido de los altos índices de desempleo y recorte de servicios sociales para la población joven. En Tottenham, donde se produjeron actos violentos, el 8% de la población adulta no tiene trabajo.
En el caso de España, el problema también tiene que ver con el desempleo. No así en Chile, donde el motivo de la protesta tiene que ver con el acceso y la calidad de la educación.
Un elemento en común podría ser el hecho de que estas protestas han sido protagonizadas por jóvenes y que, en el fondo, manifiestan un malestar profundo con el sistema.
A más de ello, habría una clara demanda y exigencia al Estado para que garantice sus derechos, en este caso el derecho al trabajo, así como un claro intento por cuestionar al statu quo.
No sé si en el fondo, como generalmente ha ocurrido en otros países, se trataría de disputas promovidas por ciertos sectores por dar un nuevo sentido y significación a las cosas. Un intento por desmontar lo establecido, estructurando una contra-hegemonía que cuestione lo establecido, tal y como sucedió en las protestas de la “Primavera árabe”. Resulta interesante constatar que al igual que en Oriente Medio, las principales herramientas de comunicación y convocatoria han sido las redes sociales como Twitter y Facebook.
Pese a las diferencias que acabo de destacar, no puede dejar de mencionarse un aspecto: la protesta social aparece como un mecanismo alternativo para que los jóvenes y otros sectores de la población, muchas veces invisibilizados por las autoridades, hagan escuchar su voz.