Conocí a este mercado en sus inicios y lo frecuenté constantemente. Su limpieza, el orden, los precios y la atención eran inmejorables. Han pasado muchos años y su decadencia es evidente. Todo o casi todo lo envuelve la suciedad, el desarreglo, la desatención. Fue extendiéndose sin la más mínima estética, hasta convertirse en uno de los tantos mercados de la ciudad. Una larga extensión frente a lo que es la construcción principal es un sitio improvisado, en donde no faltan las latas, plásticos y madera sucios. Es lo más antihigiénico que se puede mirar. El tránsito interno es un despelote. El entorno que lo rodea está plegado de ventas ambulantes. Las aceras destruidas, árboles que nunca han sido podados. Se improvisa por la fuerza de la costumbre las paradas de los buses. Todo en la inclemencia. La delincuencia se aprovecha de las aglomeraciones. Uno que otro policía trata de racionalizar su uso, pero son superados fácilmente por la prepotencia de los vendedores. Este debe ser una muestra del Quito del buen vivir. ¿Será posible reverdecer viejos laurales? ¿O hará falta otra minga para desratizarle y volverle un sitio medianamente respetuoso de los miles de clientes que disponen diariamente y en especial los días de feria o de fin de semana?