La medicina es la ciencia que permite prevenir y curar las enfermedades de los seres humanos. El médico es el resultado de una prolongada, sacrificada y costosa formación, en ella transcurren, al menos, tres lustros posteriores al bachillerato. Difícilmente un médico pudo disfrutar las actividades sociales propias de la juventud, pues las horas, días, meses y años de esa dorada época transcurrieron entre voluminosos libros, aulas, hospitales, laboratorios y la reverente manipulación de órganos y tejidos humanos. En esa fragua ardiente, allí se forja el galeno, se prepara para proteger la vida, don que solo el Ser Supremo con su infinito poder nos otorga. Ninguna otra ciencia como la medicina requiere de una permanente preparación y actualización.
Hoy bajo la figura de mala práctica médica, se pretende sorprender a los profesionales de la salud. Si un cirujano, luego de agotados todos los esfuerzos por salvar la vida de un paciente no lo logra, está expuesto a que se lo impute por crimen inintencionado, para ello actúa la viveza criolla, abogados inescrupulosos que juegan con el dolor de los deudos, ofrecen sus servicios ‘profesionales’ e insinúan se llegue a arreglos extrajudiciales, es decir, dinero.
Como resultado de este ambiente adverso, los galenos se sienten temerosos y limitados de ejercer las cirugías de mayor riesgo, en este contexto, todos salimos perjudicados, de manera especial, los pacientes.
Se requiere una acción sensata y mesurada de los asambleístas para que las leyes no generen una inseguridad jurídica para la clase médica. Caso contrario terminaremos en la cárcel y cuando menos, extorsionados.