Si nos atenemos a la definición de farsa, que dice textualmente: “Enredo con que se pretende aparentar o engañar”, podemos decir, sin lugar a equivocarnos, que la tramoya montada por el correísmo, sobre los consecutivos “triunfos electorales”, sobre su “legitimidad” basada en esos triunfos, sobre una popularidad del líder de esa agrupación, no pasó de ser más que una farsa.