El busto del conquistador español Francisco de Orellana con su casco, su profusa barba y el rostro levantado hacia el río Guayas es homenajeado con ofrendas florales cada 25 de julio, o vandalizado también, cada tanto, con grafitis, al pie de la colina del cerro Santa Ana. La imagen controversial de uno de los fundadores de Guayaquil está instalada en el imaginario colectivo de la ciudad, pero pasan casi inadvertidas la firma y la figura de la autora del monumento.