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El Estado ecuatoriano es el típico cliente de la banca que no paga a tiempo, se sobregira con la tarjeta de crédito y acude a los avances de efectivo para pagar el mínimo a fin de mes.
El 2016 arranca con el mismo dinamismo que terminó el 2015, lo cual hace prever un segundo año de estancamiento económico en el país, que proyecta tasas de crecimiento cercanas a cero, en el mejor de los casos.
En un derroche de creatividad, el Gobierno anunció la semana pasada que consiguió USD 2 800 millones de nuevos créditos con China, de los cuales 1 000 millones llegarían en estos días para cumplir con las obligaciones pendientes y pagar a los tenedores de los bonos Global 2015.
Al menos unos USD 17 000 millones netos han ingresado al Fisco desde que el Gobierno ecuatoriano declaró la caducidad del contrato de la petrolera Oxy en el 2006. Es un cálculo aproximado con datos oficiales hasta el 2012 y una proyecciones hasta finales del 2015, pero sirve para evidenciar que, pese al pago que Ecuador debe realizar a la Oxy (unos USD 1 400 millones), existe un enorme saldo a favor del país.
La revolución ciudadana no tiene una receta propia para afrontar la recesión económica del país, al punto que las medidas de ajuste que comenzaron a aplicarse tienen varios ingredientes clásicos del neoliberalismo: venta de activos estatales, eliminación de subsidios, ajuste fiscal, mayor apertura al capital privado, despidos en el sector público, etc.
Las autoridades económicas aún no aceptan que el país ha caído en recesión, pese a que el PIB registró tasas negativas de crecimiento durante dos trimestres consecutivos. Tampoco aceptan que el crecimiento excesivo del gasto público haya sido un factor, tal vez el principal, que desequilibró las cuentas externas del país.
Si se cumple el calendario de publicaciones del Banco Central, el próximo 30 de septiembre se conocerá si la economía nacional creció o no durante el segundo trimestre de este año, lo cual definirá si el país entró en una recesión técnica.
César Augusto Sosa, editor de la sección Negocios Para quienes recuerdan al Ecuador con moneda propia, el tipo de cambio, las tasas de interés y la inflación eran las alarmas que tenía el mercado y reflejaban si la gente creía o no en el manejo de la economía.
El debate entre tener fondos de ahorro o invertir todo lo que recibe un país termina cuando los riesgos se convierten en tragedias y toca pagar la factura. Si no hay recursos ahorrados para afrontar esas eventualidades quedan pocas opciones para cancelar la cuenta: mayor endeudamiento, mayores impuestos o venta de activos.
El Gobierno se dio cuenta que el Impuesto a la Salida de Divisas (ISD) encarece el financiamiento internacional y es un freno la entrada de capitales al país. Tal es así que la Junta de Regulación Monetaria y Financiera aprobó el mes pasado una resolución que exonera de este impuesto a los créditos internacionales que lleguen al sistema financiero nacional, con el fin de inyectar recursos frescos a un sector que está registrando desde inicios del presente año una reducción continua de depósitos.
Para ser un proyecto que se venía trabajando por ocho años, según el Presidente de la República, la propuesta enviada a la Asamblea para aumentar el impuesto a la Herencia ha sufrido tantos cambios en tan poco tiempo que cabe la duda sobre el tiempo invertido en esa iniciativa.
La inversión pública en Ecuador bajó el año pasado y esta tendencia se mantendrá el 2015 por falta de recursos fiscales. Según la ejecución presupuestaria presentada la semana pasada por el Ministerio de Finanzas, la caída fue del 10%, llegando a USD 8 700 millones.
El petróleo ecuatoriano terminó el mes pasado alrededor de USD 40 por barril, casi la mitad de lo proyectado en el Presupuesto General del Estado para este año.