Los sonidos que salían de un sintetizador eran la única compañía de los versos de los poetas. En el lobby del Centro Cultural Simón Bolívar (antiguo MAAC) las sillas plásticas acogían a una audiencia que atendía silenciosa. En su mayoría jóvenes, escuchaban las expresiones de los autores el viernes por la noche en el centro de Guayaquil.