A diferencia de Marcel Proust, aquel refinado sensualista que desenredó los hilos de su memoria “en busca del tiempo perdido”, Alejo Carpentier siempre será ese viajero culto que desanda el camino a la caza de “los pasos perdidos” de la humanidad, el hurón que desciende a la semilla, el caminante que pesquisa las raíces de la vida.