La vertiginosa dinámica del progreso tecnológico tiene su debilidad en la aplicación. Aparece una tecnología dotada de increíbles habilidades, se fabrican los aparatos y, cuando creemos que vamos a encontrar su mejor aplicación, el mercado lanza un nuevo aparato que deja obsoleto al anterior. Entonces la proclama de que el progreso no se detiene luce más amenaza que promesa. Pasó con la televisión, los satélites, los cables y ahora con internet. La red global prometía la entrega universal del saber a los pueblos de todas las latitudes, pero la sobreabundancia hace imposible que el receptor pueda transformar la información en saber. Hemos pasado de la era del saber a la era de los conocimientos. Las redes sociales multiplican los contactos pero reducen su calidad.
Hay novedades en la red. El novelista francés del momento, Michel Houellebecq, acaba de obtener el premio Goncourt, el más cotizado del mundo francófono, por su novela La Carte et le Territoire’. El mismo día un periodista puso en su blog el texto integral de la novela al descubrir que había violado la licencia Creative Commons BY-SA que protege a Wikipedia, pues Houellebecq había tomado tres párrafos de ella convirtiéndola en una obra compuesta, libre de derechos. Pocos pudimos beneficiarnos de esta primicia porque el texto fue retirado de la red después de una negociación con la editorial.
El mundo entero habla ahora del episodio de Wikileaks; ya no se trata de la publicación de un texto sino de miles de documentos robados al Departamento de Estado. El caso está plagado de paradojas; solo señalo tres de ellas. La primera que el apóstol de la Transparencia total, como le llamó el diario Le Monde a Julián Assange, es una figura opaca. Según lo dicho en la prensa internacional, nadie sabe con exactitud cuándo nació, no tiene un domicilio fijo, viaja de un país a otro, se hospeda en casa de los amigos de sus amigos y se ignora quién financia sus operaciones.
La segunda paradoja: se asegura que se ha iniciado un nuevo periodismo capaz de desafiar a gobiernos y corporaciones con la divulgación de secretos. Pero, al mismo tiempo, se reconoce que nadie es capaz de leer, clasificar e interpretar docientos cincuenta mil documentos y, traicionando el “espíritu Wiki”, se entrega los secretos, en forma exclusiva, a cinco diarios tradicionales para que hagan el viejo oficio periodístico de recolectar, jerarquizar, sintetizar y publicar las noticias.
La tercera paradoja es la conducta de la izquierda encarnada muy bien por Fidel Castro. Empezó celebrando los apuros por los que pasaba el gobierno norteamericano, luego se sintió incómodo con la revelación de las actividades de sus agentes en otros países y terminó llenando de insultos al diario El País por revelar esos documentos.