La perspectiva de afuera es que Ecuador está en grandes dificultades, y sus élites se contentan con dejarse llevar por la marea, sin tomar las riendas de su propio destino. Consideran que todo préstamo que se conceda a Ecuador, irá a saco roto. Y como no podrá re pagarlo, están renuentes a prestarle.
El Gobierno se planteó re perfilar la deuda en bonos de manera amigable. Eso casi lo tira abajo una excitativa de la Asamblea para que se declare la moratoria unilateral, lo que hubiera detenido el flujo de fondos de las multilaterales. En lo que va del mes han llegado USD 1 463 millones.
Hoy la Asamblea se propone destituir al Ministro de Finanzas, quien goza de la confianza de la comunidad internacional, porque ante la drástica caída de ingresos, recorta asignaciones presupuestarias. La Asamblea se pronuncia impulsivamente, sin percatarse de las consecuencias de su histrionismo.
El hueco fiscal es inmenso, y no hay plata en el país. Quienes proponen que se incauten nuestros depósitos que la banca privada tiene en el Banco Central para dinamizar la economía, están jugando con fuego: solo lograrían contaminar a la banca, que hoy está sólida.
No queda más que buscar que venga de afuera la mayor cantidad de dinero posible: esos USD 1 463 millones vienen muy bien, pero se necesita mucho más, tanto este año como el próximo. Para eso se necesitaría un acuerdo con el Fondo Monetario. Sin acuerdo con el Fondo, el ajuste será durísimo: el Gobierno no tendría ni para sueldos.
Pero no hay ningún informe de la misión del Fondo ante Ecuador, ni declaración oficial de su directorio, que señale que hay un acuerdo en camino. El Fondo esperaría que el país muestre que tiene un plan de recuperación en marcha.
Un primer paso dentro de ese plan consistiría en la aprobación de las reformas al Código de Finanzas Públicas, eliminación de precios administrados para gasolina y diésel, y recorte en el gasto corriente de las administraciones públicas. Pero el Presidente no se anima a firmar el decreto de los combustibles que le propone su gabinete económico, tampoco decreta la reducción de los sueldos de la administración pública; la Asamblea no parece comprender la urgencia de aprobar las reformas al Coplafip, y los aspirantes a la presidencia no manifiestan estar convencidos que se requiere desde ya iniciar un ajuste que continuará bajo el próximo gobierno.
Y si los aspirantes a la presidencia no buscan un acuerdo, ¿Cómo va el Fondo Monetario a desembolsar dinero bajo un nuevo acuerdo que a lo mejor el próximo gobierno desconoce?
Un ajuste apocalíptico nos pasaría factura a empleados, profesionales, empresas. Ante la falta de iniciativa presidencial, la sociedad civil debe tomar la batuta y urgir a los que tienen el poder, que asuman sus responsabilidades, y concierten una salida a la crisis.