Todos apoyamos el cambio educativo. Sí, estamos de acuerdo en el gran “qué”, pero es normal que tengamos diferencias en el “cómo”, en el camino para conseguir el objetivo. Dependiendo del momento histórico, enfoque filosófico y político e intereses de los actores, no sólo hay un “cómo”. Hay muchos “cómos”. Imponer un “cómo” aprovechando del poder no es buena táctica. Tarde o temprano esa medida se desvanece en un contexto de poder diferente. Lo importante es construir un “cómo” colectivamente. Jamás habrá unanimidad, sin embargo, si una buena cantidad de talentos e ideas se integran en la construcción del “cómo”, este perdurará en el tiempo, y sobre todo será apoyado no solo por una fuerza, sino por el empeño de muchas. En este instante el cambio es potente, significativo e irrefrenable.
La política pública en educación, como en ningún otro ámbito de la realidad, tiene que ser ampliamente discutida. La naturaleza de la educación entendida como un espacio de construcción natural y crítica de conocimientos así lo demanda.
Sin embargo, actores educativos señalan que los canales de conversación se constriñen. Entonces aparecen otros escenarios que recolocan el debate y el conflicto. El desborde público de los alumnos del Colegio Central Técnico y de la movilización pacífica de la Universidad Central así lo evidencia. El debate se ha trasladado a las calles.
Napoleón Saltos, uno de los voceros de la marcha de la Universidad Central así lo manifiesta: “No hay espacios de coordinación entre los representantes de las universidades e instituciones de educación superior con los organismos públicos encargados de la rectoría del Sistema”.
Respecto a uno de los “cómos” inminentes del cambio, la Universidad Central ve problemas. El profesor Saltos así lo describe: “Después de un período de prueba de aplicación de la LOES, vemos que se acercan plazos que ponen en riesgo la supervivencia de la Universidad Pública… Para el próximo año se retirarán, por el impacto de diversas disposiciones legales, el 50% de los docentes de nuestra Institución, sin que existan los dispositivos suficientes para un relevo ordenado. Para el año 2017, de acuerdo al Reglamento de Clasificación de Universidades, si queremos calificarnos como universidad de investigación y docencia, el 70% de los docentes deberían ser profesores principales, con título de PhD; en caso contrario nos quedaríamos como universidad de educación continua, una especie de institutos superiores”.
Según estos voceros la U. Central no se opone al cambio. Proponen medidas para una transición ordenada. Esta petición es sensata y debería ser escuchada por los directivos de la Senescyt.
Sin embargo, este asunto es la punta de un ovillo más grande. Es la discusión sobre el modelo de universidad que se quiere implantar en el Ecuador.