Léalas solemnemente: son palabras mayores del Comandante del Ejército Washington Buñay, publicadas en Diario EL COMERCIO que, inevitablemente, debo reducir, no sin lamentarlo, a lo esencial: “… que esta fecha cívica de Tarqui, Día del Ejército, Día del Civismo y la Unidad Nacional, nos convoque a vivificar el sueño de nuestros libertadores y héroes que estarán invocando al pueblo ecuatoriano para que este 11 de abril busquen consensos, llamando a unirse para derrotar la corrupción, tener una patria libre y soberana por la que ellos lucharon; con esperanza, sin autoritarismo, sin demagogia, donde primen la justicia, la verdad, la honestidad, el diálogo y el consenso para divisar un Ecuador que sea, no solo ejemplo para su gente, sino para la región. Una patria donde sus hijos no mendiguen el pan, ni caminen por las carreteras huyendo de la pobreza; que encuentren oportunidades para una vida digna y pródiga, porque el buen ecuatoriano es trabajador, emprendedor, honesto y leal a sus principios y valores”.
Palabras mayores en un día mayor, que reproduzco con orgullo. Son, para quien las lea inteligentemente, incitación a la búsqueda de una democracia sin continuismos, exenta de populismo y demagogia. De una democracia auténtica, que salve a nuestra patria de las miserias en que nos hundimos, a pesar de contar aún con un Gobierno en el que hemos podido respirar… ‘Unidos para derrotar la corrupción’; ‘tener una patria libre y soberana, sin autoritarismo, donde primen la justicia, la verdad, la honestidad, el diálogo’. Más claro, imposible: ’Una patria donde sus hijos no mendiguen el pan, ni caminen huyendo de la pobreza; donde encuentren oportunidades para una vida digna y pródiga’. ¿Cómo dejar pasar esta apenada alusión al vagabundear de multitudes por los países de América, procedentes, ¡enorme desgracia!, de uno de nuestros países más ricos, hundido en la terrible narcocorrupción?
Que el próximo 11 de abril, ¡señora Atamaint, señores, etcétera!,… nada empañe el deseo del Ecuador por una patria en la que se potencien el acuerdo, la justicia, la paz, la decencia y claridad que merecemos.
A esta visión añado las constataciones de Moisés Naïm, premio Ortega y Gasset de Periodismo, que clama contra el continuismo escondido en la que él nombra ‘el uso de testaferros políticos como tendencia actual en las elecciones latinoamericanas’. Testaferros, es decir, ‘Personas que prestan su testa (‘cabeza del ser humano y de los animales’), en un contrato o negocio que en realidad es de otro’. Y no se refiere a la Kirchner, que también; ni a Maduro, ni a Duque, sino a nuestro Arauz, con nombre y apellido, que ya tiene práctica, pues ejerció el testaferrismo en el M. de Cultura y en otras coyunturas: eficaz y completito para el continuismo populista, ¡con Correa detrás! ¿La honestidad tiene espacio? Él sabe bien a quién sirve, gracias a quien, hoy encumbrado, posa abrazado a un pobre perro de niño rico para ‘hacerse querer’.