El presidente Correa ha acusado que si el candidato Rodas gana la Alcaldía de Quito podría haber en la capital acciones de oposición, como las de Caracas y Buenos Aires, que harían difícil la gobernabilidad del Ecuador, porque quizás buscarían desestabilizarlo.
Uno más angustiado expresó que “una movilización de veinte mil personas opositoras en Quito puede ser más peligrosa que otra de doscientas mil en Guayaquil”, refiriéndose a que Bucaram, Mahuad y Gutiérrez fueron sacados del poder por movilizaciones que ni se acercaron al número mencionado, en cambio dos marchas multitudinarias convocadas por Nebot en Guayaquil no pasaron del reclamo ciudadano, luego parcialmente atendido por el Gobierno Nacional.
La convocatoria presidencial el último lunes 17 de febrero al voto nulo, pero nunca por el enemigo, de no querer los ciudadanos votar por la reelección del alcalde Barrera, dramatiza su preocupación.
Ya antes había asumido como consigna la frase de Ignacio de Loyola, militar y religioso, fundador de la congregación de los Jesuitas, para enfrentar a las iglesias cristianas protestantes “en una fortaleza sitiada cualquier disidencia es traición”, como explicación para los abusos y crímenes de la inquisición y la multiplicación de excomuniones, en el siglo XVI.
Los lectores conocen las afinidades del presidente Correa con la Presidenta de Argentina y con el gobernante venezolano, por eso para él son referentes las angustias de ambos, en cuanto a la violencia social y al hecho que la economía se les ha salido de todo control.
Pero los factores reales de la crisis de gobernabilidad en los dos países citados tienen otros orígenes, a más de los círculos cerrados que rodean a los gobernantes, que han llevado a tachas de profunda corrupción.
De hecho, el presidente Correa -y no solo en Quito- está convirtiendo a un proceso que debió ser de solo elecciones seccionales, para prefectos, alcaldes y concejales, en una especie de adhesión o censura a él.
Error porque es verdad que solo por su apoyo triunfarán algunos en estas elecciones, pero quizás por él perderán otros y, más que por él, porque fueron malos candidatos, aun cuando sean de Alianza País con la foto de Correa al lado, perderá un número importante.
Correa anunció que en las elecciones seccionales superaría las elecciones legislativas que le permitieron el 73% de los escaños de la Asamblea, pero él nunca tuvo ese porcentaje de sufragios -estuvo alrededor del 57%- sino que la reforma de asignación de escaños generó el espejismo de tener el respaldo de casi tres cuartas partes de la población ecuatoriana.
Los ecuatorianos nos merecemos un voto positivo, no un voto “anti”, no estamos en época de guerra en que hay que exterminar a los “enemigos”, sino valorar en positivo a los candidatos para decidir por quién votar.