L a situación ideal sería elegir por quién votar a partir de una propuesta, su trayectoria, condición ética e ideología. En los últimos años, y no me refiero solo a la década correísta, esta no ha sido mi forma de elegir, he optado como muchos a partir de la lógica del “anti” alguien; con la mayoría de partidos políticos tomados por intereses individuales (o simplemente convertidos en coberturas para caudillos y populistas) quedaba un margen muy reducido para decidir a partir de la coherencia futura entre discurso y acción. Por ello, elegir se convirtió en un ejercicio de exclusiones.
Ya sé, muchos estarán pensando que lo perfecto siempre será enemigo de lo posible y que el criterio de quienes quieren que la situación actual no continúe, será votar por el candidato que mayores opciones tenga de pasar a la segunda vuelta y así derrotar al oficialismo. El oficialismo lo tiene claro, cerrarán los ojos a cualquier reproche contra sus candidatos o candidatas, y votarán por su continuidad en el poder. La verdad, elegir a quien pueda frenar la acumulación de poder, la falta de transparencia y la toma del Estado por un partido político me seduce, pero no, no escogeré solo por esto, no me dejaré llevar por el “mal menor”. Tengo muchas razones para no votar por cualquier candidatura, comparto aquí mis “innegociables” más importantes. Seguro usted pensará que mi lista quedó corta o no estará de acuerdo con algunos de mis motivos, pero es un ejercicio para no dejarme llevar por el pragmatismo.
No votaré por quien tenga alguna responsabilidad en la acumulación de poder actual, que haya participado o promovido cualquiera de las decisiones que han permitido llegar a este estado de cosas; tampoco apoyaré a quien haya guardado silencio cómplice ante los insultos y descalificaciones públicas que han sufrido cientos de ciudadanos por demostrar su inconformidad con el régimen. En particular, negaré mi voto a quien haya promovido la violencia física, usado insultos machistas o de carácter sexual en sus disputas ideológicas o políticas. En caso alguno votaré por quien haya fomentado en su discurso o práctica, el sexismo, la homofobia, el racismo o la xenofobia; por quien califique como “antinaturales” las opciones sexuales de las personas, discrimine o niegue derechos por ello.
Tampoco votaré por quienes hayan justificado o culpado a las mujeres por la violencia que sufren; por quien, a partir de sus convicciones religiosas, promueva, defienda o apoye la restricción de los derechos que tienen las mujeres a decidir sobre su cuerpo y su vida.
Negaré mi voto a los que, en nombre de la seguridad ciudadana, promuevan restringir el debido proceso, la defensa o cualquier otra medida similar.
No votaré por quien considera que el presupuesto estatal se puede financiar a costa de la destrucción del medio ambiente o de la vida de pueblos y de comunidades.
Sin importar lo que pase en otras partes del mundo, creo que tenemos derecho a soñar en elegir a los mejores y no a los menos malos.
@farithsimon