Sin caer en lo cansino, la preparación de los habitantes para afrontar una posible erupción del volcán Cotopaxi es vital y no existe ninguna excusa para frenar los planes de prevención.
Ya han pasado seis meses desde que comenzó el nuevo proceso eruptivo del coloso y su actividad no se ha detenido. Sus últimos episodios (sismos y explosiones internas fuertes) evidencian la existencia de muchas presiones y perturbaciones dentro del edificio volcánico.
Así no haya una manifestación superficial sobre su cráter, el Cotopaxi envía señales a los vecinos de las tres provincias amenazadas de que -por el momento- su proceso continuará por algunas semanas más.
Ese fervor con el que arrancaron los talleres de capacitación se ha ido diluyendo, conforme han pasado estos seis meses. Al menos es lo que se percibe en Cotopaxi y en Pichincha. Y seguramente se debe a que el volcán no se ha expresado con sus grandes columnas de ceniza, como lo hizo durante los primeros tres meses.
El reforzamiento de lo aprendido y los ejercicios constantes son urgentes, para que los vecinos no se olviden sobre cómo se tiene que evacuar y movilizar hacia las zonas seguras, cómo funciona el Sistema de Alerta Temprana, cómo y cuándo se activan las sirenas, cómo ir a los albergues, entre muchos de los aspectos en los que se ha avanzado en este sistema de prevención.
Hace una semana se desarrolló una tercera simulación para probar el funcionamiento de las sirenas en cuatro provincias, incluida Tungurahua, y los resultados fueron halagadores, según la evaluación hecha.
Este tipo de ejercicios es necesario para tener siempre presente que el Cotopaxi está muy activo y que si no erupciona en los actuales momentos, lo hará más adelante. No se sabe cuándo, pero su historial -desde 1492- da cuenta que cada vez que se reactiva termina con un proceso eruptivo de grandes magnitudes. De la prevención depende la vida de 110 000 pobladores.