En el fragor de la campaña electoral y de los escándalos por las “propinas” de Odebrecht surge un episodio muy preocupante; la posibilidad de que dos de las más prestigiosas radioemisoras de la capital salgan del aire por causa de un concurso de frecuencias claramente dirigido a silenciar las voces críticas de dos periodistas: Diego Oquendo y Gonzalo Rosero.
Quien lea este artículo pudiera llegar a la conclusión de que hay un interés personal o una entrañable amistad con los dos periodistas, pero debo confesar, si no me falla la memoria, que con ninguno de los dos colegas ni siquiera nos hemos tomado un café. Se trata simplemente de mi admiración por la trayectoria y el prestigio que alcanzaron los dos radiodifusores que tienen en común la condición de no ser esclavos, es decir, se han declarado libres.
En un sistema democrático la libertad es una opción absolutamente natural, no tendría porqué ser objeto de análisis o de explicación. Oquendo y Rosero nacieron libres y escogieron el periodismo como una opción profesional. Con muchos años de trabajo lograron desarrollar un emprendimiento que derivó en la construcción de estas dos emisoras de radio que calaron en la audiencia quiteña, así como también lo hicieron otras como Radio Quito (la voz de la capital), Centro, HCJB, Tarqui, Gran Colombia, Colón, etc. Es cierto que algunas desaparecieron por causas naturales, principalmente por no poder sostener un modelo de negocios.
Entonces hablemos de los personajes en torno a estas radioemisoras. A Gonzalo Rosero lo conocí cuando era reportero de radio Quito, un periodista que transmitía desde el lugar de los hechos, siempre bien informado y documentado, que es todo lo que requiere esta competitiva profesión para sobresalir y gozar de la confianza del público. A Diego Oquendo lo recuerdo como el periodista implacable contra del autoritarismo y los dictadores; por esas razones sufrió varios atentados.
Resultaría presuntuoso aseverar cuál de los dos es mejor, ambos se han ganado el prestigio de ser excelentes entrevistadores, un género del periodismo muy complejo, especialmente en el ámbito político que, como sabemos, está cargado de egos y de dueños de la verdad. Al poder político le incomoda el periodista demasiado preguntón o que no se conforma con respuestas vacías.
Las autoridades dirán que si estas dos radioemisoras no logran renovar sus frecuencias será en el marco de un concurso transparente (palabreja preferida por los políticos para esquivar una situación incómoda) enmarcado en la Ley de Comunicación. Pero es demasiado sospechoso que justamente estas dos radioemisoras estén en peligro de perder su espacio. Se trata de las dos radioemisoras de mayor audiencia en los espacios matinales de opinión, pero, como decía una ex jueza, ¿quieren probar mi poder?
@flarenasec