Debo agradecer por la lectura de mis artículos. Uno de ellos –“Los odiadores enescena”- recibió numerosos comentarios. Los consensos y disensos son positivos en democracia porque la audiencia es la que gana, y el periodismo de opinión cumple su objetivo.
Uno de los temas recurrentes es la violencia simbólica, acuñada por el sociólogo francés Pierre Bourdieu, en la década de los setenta.La violencia simbólica no es sinónimo de la violencia real que causa muertos, heridos y daños materiales, porque la primera, según Bourdieu, describe las relaciones asimétricas de poder donde el supuesto “dominador”ejerce una violencia indirecta, y no físicamente directa en contra de los “dominados”.
Las prácticas de violencia simbólica son invisibles, porque corresponden a estrategias construidas socialmente, que existen y se reproducen en los roles sociales, de género, estatus, estructuras mentales, ideológicas y de poder inconscientes, subyacentes o subterráneas. Estas prácticas son implícitasporque esconden la matriz comportamental de la sociedad, que convierte a unos en dominantes y a otros en dominados y cómplices. Michel Foucault decía que “el poder está en todas partes”. Y solo debemos “hacer visible lo invisible”.
Bourdieu y Gramsci fueron los pioneros en reconocer la denominada hegemonía cultural; es decir, “la imposición arbitraria de un modelo cultural y la reproducción del dominio masculino sobre las mujeres mediante la naturalización de las diferencias entre géneros”, que alude a dos institucionesbásicas: la familia y la escuela. Y no solo contra las mujeres, sino contra los que piensan, sienten y actúan de manera diferente.
El origen de la violencia que afronta el Ecuador es profundo. Su raíz es cultural y radica en la violencia simbólica retratada con maestría por Bourdieu, que no se resuelve con tanquetas, armamentos y equipos tecnológicos, es decir, con la violencia institucional. El verdadero cambio está en los valores humanos que transmiten las familias y en un nuevo tipo de educación preventiva -no domesticadora-, que forme y no deforme las conciencias.
Recordemos que la violencia simbólica es la madre de la violencia política y criminal. ¿Qué hará el nuevo gobierno en esa dirección?