El año pasado, el déficit comercial del Ecuador fue de 2 100 millones de dólares, el más alto de nuestra historia. Pero no, la culpa de tan desequilibrada balanza no la tiene el bajo precio del petróleo, sino la política económica. Y para comprobarlo basta ver que todos los años desde el 2009 la balanza comercial fue deficitaria, a pesar de que entre 2009 y 2015 también hubo años de altos precios del petróleo.
Un déficit comercial ocurre cuando las importaciones superan a las exportaciones. En otras palabras, se da cuando un país compra más de lo que produce. Y el Ecuador tuvo déficits todos los años desde el 2009. Y en algunos casos, sobre todo 2010 y 2015, los desequilibrios fueron significativos, lo que les convierte en especialmente complicados para un país dolarizado cuya liquidez depende del ingreso de divisas del extranjero.
El 2011, por ejemplo, cuando el precio del barril estuvo en promedio en USD 97, igual hubo un déficit. Y ocurrió lo mismo el 2012 y 2013, cuando el barril ecuatoriano estaba en USD 98 y USD 96, respectivamente. Claro que la situación se empeoró cuando el precio del barril bajó, como en el año pasado, a USD 42 por barril, pero eso no cambia que el “modelo económico” es la única constante en los siete años consecutivos de déficit comercial.
Porque hemos tenido un modelo económico basado, sobre todo, en el consumo, en vivir la vida y no preocuparse por ahorrar o invertir. Y cuando se compra mucho y se produce poco, necesariamente se tiene una balanza comercial negativa.
Porque siete años consecutivos de balanza comercial negativa es algo que nunca había ocurrido en el Ecuador, al menos desde inicios de los años 70. Es más, según la información del Banco Central, desde que nos dolarizamos la balanza fue negativa en el 2002 y en todos los años desde el 2009. Es claro, por lo tanto, que no es el precio del barril, sino la política económica de gastarse hasta el último centavo, gastarse los ahorros y endeudarse.
Adicionalmente, una balanza comercial negativa implica una salida de divisas. El problema es que si esa salida no se equilibra con alguna otra fuente de dólares, la liquidez en el país cae y eso puede desatar una contracción del crédito y de toda la economía. Y si nadie le quiere prestar al país (como empezó a pasar en el 2015), no habrá ninguna otra fuente de la que puedan venir los dólares necesarios para equilibrar el problema.
Una ocasional balanza comercial negativa puede ser el resultado de un ciclo económico, pero siete años consecutivos son el reflejo de un país que se acostumbró a vivir más allá de sus posibilidades, un país que, casi como en la canción, se dedicó a vivir la vida loca, el país de la cigarra que se burlaba de las hormiguitas que ahorraban, el país que creó toda la estructura necesaria como para farrearse una bonanza que no se repetirá en generaciones.