Hace 20 años nació una de las más exitosas políticas sociales del Ecuador: el Bono de la Pobreza, que posteriormente cambió su nombre a Bono de Desarrollo Humano, pero que ha sobrevivido estas dos décadas manteniendo la esencia para la que fue creado.
En 1998 parecía que el destino había armado una confabulación contra el Ecuador. El precio del petróleo estaba por los suelos (iba a llegar a su mínimo histórico de USD 6,9 en diciembre 1998), el fenómeno de El Niño de 1997 había afectado gravemente a la Costa y el sistema financiero estaba colapsando.
Para septiembre de 1998, el gobierno tenía muy pocos recursos. El SRI tenía meses de edad y la recaudación de impuestos era bajísima. Y de ingresos petroleros, con ese precio del barril no quedaba nada para la caja fiscal. Para colmo de cosas, el subsidio al gas le quitaba recursos al Estado y todavía no se firmaba la paz con el Perú.
Por eso, para mediados de septiembre el presidente Mahuad anunció que desaparecería el subsidio al gas y lo reemplazaría con un bono de la pobreza de 100.000 sucres. Los primeros pagos del bono fueron en noviembre.
Y desde ahí, aunque con otros nombres, el bono ha seguido existiendo y ha contado con dos enormes méritos: llega más a los pobres (más que casi ningún otro programa social) y respeta la libertad de quienes lo reciben.
El bono es quizás la política social mejor enfocada que tiene el país, es decir, es la que llega, en una mayor proporción, a los realmente pobres. Según un interesante estudio de Dayana Ojeda de Flacso, el 42% de lo gastado en el bono llega al 20% más pobre de la población. Quizás parezca poco, pero ese es el valor más alto de los programas grandes investigados. En el otro extremo (en el gasto peor enfocado), de lo que gasta el gobierno en educación superior, sólo en 5% llega a ese 20% más pobre de la población.
El otro mérito es que el bono, desde el momento en que se diseñó, tiene bajos costos de administración (el sistema financiero juega un rol importante) y respeta la libertad de sus receptores, pues al recibir el subsidio en efectivo, pueden, por ejemplo, comprar la leche de menor costo, o de la marca que más le guste al guagua (lo que los padres consideren más conveniente).
El bono también ha tenido sus momentos oscuros, sobre todo durante el gobierno de Correa, cuando entre 2006 y 2014 casi se duplicó el número de receptores mientras la economía estaba boyante (y el número de pobres se estaba reduciendo), para reducir significativamente el número de beneficiarios cuando el gobierno se quedó sin plata a partir del 2015 (a pesar de que desde ese año la pobreza está subiendo).
En otras palabras, una política tan conveniente que hasta sobrevivió al manoseo correista.