Dolor. Desconcierto. Tristeza. Una crónica sobre la situación de los migrantes venezolanos en el terminal de Carcelén, en Quito, transmitida por este diario en “Facebook-live” provocó, como todo lo que se transmite por redes sociales, reacciones que no puede uno esperar de un país con un mínimo de educación, de sentido de la solidaridad y de espíritu de defensa de la libertad, de sentido de justicia y de democracia. Todo lo contrario. Las reacciones son un espejo de la sociedad que vivimos: una sociedad enferma, egoísta, racista, machista, xenófoba y cruel.
Muchos de los comentarios producen arcadas. Decenas de voces que piden al gobierno que cierre las fronteras “porque entra gente de toda calaña a la que hay que pedir antecedentes”. Otras que dicen que “es problema de ellos no de nosotros” y que “regresen a su país que acá no les queremos”.
Otros que reclaman que acá no hay trabajo y que ellos vienen a quitar plazas de trabajo o que los venezolanos están invadiendo y ensuciando el espacio público. Que “nadie les quiere aquí´, que “se larguen”, que “nos están destrozando la economía”, que “han hecho modus vivendi y que les llega comida y bebida gratis”, que “son escoria”, “quiteños bobos que les ayudan, después ellos mismo les han de robar”, “el país no está en capacidad de dar albergue a tantos”, “largo, son el mismo demonio”, “!fuera!”, que “Ecuador es nuestro” o “¿porqué no hacemos como en la época de febrescordero, que cada noche desaparecían de cien en cien?”, “parásitos, vayan nomás por donde vinieron”, “venezuelanos (sic) dejan sin trabajo hasta a los ladrones ecuatorianos”, “para que no defendieron a su patria”, “vienen contratados para apoyar a Moreno”, “lárguense ya”, (los comentarios transcritos en esta columna son textuales).
Dos de ochenta comentarios muestran algo de sensibilidad y hacen un llamado a la solidaridad. El resto muestran al pequeño Trump que lleva dentro gran parte de la sociedad ecuatoriana. Con similares argumentos EE.UU. ha querido cerrar las fronteras, poner muros e impedir el paso a los migrantes, muchos de ellos también ecuatorianos, que han salido de este país en busca de un futuro. Con esos argumentos se han separado a los niños de sus padres antes de devolverlos a su país de origen. ¿Qué pasa?
Difícil de masticar y digerir que esas voces salgan de las entrañas de un país que tiene dos millones y medio de migrantes en EE.UU, España o Italia, que recibe remesas de quienes ha tenido que pasar por mucho menos que lo que pasan los venezolanos, que ha sentido el rechazo o la discriminación en España o en Italia o en su lugar de destino.
¡Como si no bastara el sufrimiento de la gente que debe abandonar su hogar, dejarlo todo, para buscarse la vida! ¡tener que soportar malos tratos, prejuicios, sandeces.