Juan Guaidó hizo lo que tenía que hacer como nuevo presidente de la Asamblea Nacional de Venezuela: desconoció la legitimidad de la elección presidencial de Nicolás Maduro. Guaidó invocó el artículo 233 de la Constitución que estipula como una de las posibilidades que la Asamblea Nacional decrete la falta absoluta del presidente electo y, por tanto, se convoquen a nuevas elecciones en un período de máximo 30 días. Esta era una estrategia más –de las muchas- que ha intentado la oposición organizada para terminar con la dictadura de Maduro por las vías legales. Para que ésta triunfe, necesitaba que tanto las fuerzas armadas como la guardia nacional acaten esta decisión y que, por la fuerza del cambio en la correlación de fuerzas, Maduro y sus seguidores acepten y den un paso al costado por el bien de Venezuela.
Vana expectativa. Se trata de un gobierno que cruzó el río y quemó los barcos. Pero con la asesoría y el ejemplo histórico de Cuba sabe cómo manipular al menos una parte de la opinión pública internacional (incluyendo los gobiernos pseudo-izquierdistas del continente) y pretender que todo es una presión más del imperialismo y la crisis, efectos del bloqueo.
La asesoría y el ejemplo histórico no sólo se limita a la estrategia de diplomacia internacional, es sobre todo para torcer todos los caminos democráticos posibles mientras guarda algunas formas. El monopolio absoluto de la fuerza está en manos de Maduro, pero el sistema judicial también. Para quien tenga alguna duda de la gravedad del ahogo criminal que sufre Venezuela, basta decir que el presidente de la Corte Suprema de Justicia, Maikel Moreno, es un ex policía condenado por asesinato y vinculado a un segundo asesinato en los años 80s que ascendió rápidamente los escalones de la justicia cuando se volvió un chavista convencido. Y fue parte de la corte exprés escogida por Diosdado Cabello la Navidad del 2015 para dar un golpe de estado a la Asamblea de mayoría opositora. Fue ante Maikel Moreno que Maduro se posesionó este 10 de enero para su segundo período de seis años, desconociendo completamente la existencia misma de la Asamblea Nacional.
La decisión de la Organización de Estados Americanos de desconocer y aislar totalmente al régimen de Maduro es la correcta. Es lo mínimo que puede hacer ante una avanzada tan agresiva contra mínimas garantías democráticas y un pueblo oprimido por el hambre. El Grupo de Lima cada vez ha ganado más apoyo, pues ya el continente entiende que sin presión ningún cambio habrá en Venezuela. La pregunta es porqué Ecuador sigue fuera y pretende que puede liderar un Esquipulas o Contadora sin el menor viso de liderazgo para ello. No ha leído la historia y el papel que jugó Costa Rica. Ecuador no debe olvidar que estuvo por más de 10 años en la fila de los fervientes admiradores de ese mismo régimen. Hay mucho que enmendar antes de querer ser cabeza de ratón.