Todo empezó con el débil sistema de seguridad de los EE.UU. para información reservada, que permitió a un inestable analista militar de 22 años, Bradley Manning, transferir gran cantidad de información sensible a Wikileaks.
Su divulgación causó gran desazón en Washington; los comentarios descarnados le generaron situaciones embarazosas con ciertos aliados. Lo más comparable en el país son los pativideos.
El ‘hacker’ australiano fundador de Wikileaks adquiere fama mundial, con gran cantidad de seguidores en todo el globo. Durante uno de sus viajes, en Suecia tuvo relaciones íntimas con dos jóvenes mujeres que posteriormente lo acusaron de delitos sexuales.
Para entonces el australiano estaba en Londres, donde se inició el proceso para determinar si cabía su extradición a Estocolmo para enfrentar la indagación. Se le concedió arresto domiciliario.
Repentinamente, dentro de un proceso que involucra a Gran Bretaña y Suecia, integrantes de la UE, y con los EE.UU. y Australia en los márgenes, irrumpe un pequeño país al otro lado del océano, sin vela en ese entierro.
Assange, a quien el vicecanciller Lucas lo había invitado públicamente a venir al país, rompe el arresto domiciliario y se refugia en la Embajada del Ecuador en Londres.
Ecuador espera que el fenómeno mediático del las Olimpiadas termine, para anunciar la concesión de asilo para Assange, denunciar a Gran Bretaña de arrogancia metropolitana como si fuéramos colonia, despreciar el sistema legal sueco, tildar a los EE.UU. de terrorista y con intenciones de ejecutar al australiano, y moviliza a la OEA, Unasur, y el ALBA. Se convoca urgentemente a la Asamblea, como si hubiera grave conmoción internacional.
¿Es culpable Assange de lo que se le acusa en Estocolmo? ¿Quiere los EE.UU. ejecutar a Assange? ¿Fue poco juiciosa la Foreign Office en recordar a la Cancillería la legislación interna británica sobre el asilo? ¿Es popular o no Assange?
Eso no es lo central. Lo pertinente es que el Ecuador se inmiscuye en un pleito que no es el suyo, busca atizar el fuego en las relaciones con EE.UU. y la Unión Europea. Sin beneficio de inventario.
Todo es iniciativa del Presidente e íntimos colaboradores, sin que no la legislatura ni la sociedad civil hayan desempeñado papel alguno. De ahí que la agradecida madre del australiano haya buscado halagarlo diciéndole “ud. es un buen dictador”.
La política externa de un país democrático debe propender a la seguridad y prosperidad de su pueblo. Del caso Assange, no habrá derivaciones positivas.
Pero las podría haber negativas. Se aleja la consecución del objetivo que se mantengan, en su manera actual o bajo otras formas, las preferencias arancelarias que gozan nuestros productos en los mercados europeos y estadounidense.