Gracias al último sínodo de obispos que se reunió en el Vaticano para tratar temas relacionados con la familia, últimamente se ha vuelto a comentar las opiniones de la Iglesia sobre diferentes asuntos que afectan a la sociedad. Afortunadamente la Iglesia también toca temas más apasionantes (como la economía) que igualmente merecen comentarse.
Lo que la Iglesia dice sobre economía es parte de su “doctrina social” y existe todo un ‘Compendio de la doctrina social de la Iglesia’, un libro de cerca de 500 páginas, publicado en el año 2006, que trata una infinidad de temas relacionados con la sociedad (desde los partidos políticos hasta el cuidado del medioambiente) y, obviamente, trata el tema de la economía.
El compendio es muy claro en proponer una economía con un mercado libre. Dice, por ejemplo, que “existen buenas razones para retener que, en muchas circunstancias, el libre mercado es el instrumento más eficaz para colocar los recursos y responder eficazmente a las necesidades”.
Claro que exige que el mercado funcione a favor de la personas y que haya un clarísimo enfoque de solidaridad en el todo el sistema económico. También exige que haya un Estado que ponga reglas claras para que el sistema pueda funcionar. Pero en ningún momento le quita ese papel protagónico al mercado.
Es más, llega a definir al libre mercado como “insustituible”, es decir, no hay una alternativa. En otras palabras, si algún momento el sistema de mercado no funciona, dado que no se lo puede sustituir por otro, se lo debe arreglar (con la mínima intervención posible del Estado) para lograr que vuelva a funcionar a favor de las personas, a favor de su dignidad y a favor de una mayor inclusión.
Pero es importante insistir en la característica de “insustituible” que tiene el mercado dentro de la doctrina social de la Iglesia, de manera que las críticas que se le pueda hacer deben apuntar hacia lograr que funcione mejor y no a crear algo distinto.
Y así debe entenderse lo que recientemente dijo el Papa Francisco en su “exhortación apostólica” Evangelii Gaudium, donde crítica, por ejemplo, a quienes “suponen que todo crecimiento económico, favorecido por la libertad de mercado, logra provocar por sí mismo mayor equidad e inclusión social en el mundo”. Y en esto Francisco tiene razón pues el simple crecimiento económico no siempre se mejora el bienestar de las personas. A veces, el crecimiento económico crea muchos empleos para los pobres y reduce la pobreza. En otras ocasiones, simplemente distribuye rentas y aporta poco a la inclusión.
Evangelii Gaudium no debe entenderse como una crítica al mercado sino a quienes creen ciegamente en él. El mercado es un buen instrumento para lograr mayor bienestar, pero igualmente hay que cuantificar su aporte y potenciar lo positivo.
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