Hace unas semanas, un mundo ávido de noticias reaccionaba ilusionado frente a la proximidad de la vacunación, ansiado recurso para un posible freno al azote pandémico que asola la humanidad; cuando la desazón arreciaba, anuncios de laboratorios daban cuenta de la efectividad de sus vacunas covid 19 en ensayos finales: Pfizer 90%, Sputnik 92%, Moderna 95%, Astra Zéneca, aunque con dudas, 70%. Más allá de su naturaleza comercial – no científica – anclada en descomunales intereses económicos, los anuncios suscitaron expectativas.
Para llegar a buen puerto, sin embargo, hay escollos que sortear; la producción, adquisición, transporte y distribución de vacunas e insumos conexos; la planificación, ejecución y logística; la disponibilidad y capacitación de personal, entre otros complejos factores, en entornos nunca antes experimentados: miles de millones de personas por vacunarse en todo el mundo, delicado mantenimiento de biológicos en exigentes cadenas de frío, dudas sobre su seguridad, imposibles de despejar sino luego de varios años, en un marco de creciente escepticismo sobre las vacunas, en general, y ésta en particular. Aspectos a ser considerados en una educomunicación transparente, científicamente sustentada.
En Ecuador, al final de su mandato, el Gobierno debe elaborar el plan de vacunación, sabiendo que el próximo lo ejecutará en forma extensiva. Al respecto: ¿Qué vacuna y a que costo se comprará? ¿Será mejor hacerlo con el patrocinio de la Organización Mundial de la Salud? ¿Cómo asegurar el acceso de grupos prioritarios? Estratégica planeación a realizarse responsablemente, sin caer en la tentación de apurar acciones, pues cualquier error podría minar la credibilidad ciudadana; participativamente, con organizaciones científicas y de la sociedad civil; y con la futura administración cuando sea proclamada, para una imprescindible continuidad.
Será obligación del nuevo régimen seleccionar autoridades éticamente impecables, competentes y experimentadas, que impulsen cambios necesarios para una exitosa vacunación (no solo covid-19), rescatando la salud pública nacional; reconstruyendo el buen sistema de vigilancia epidemiológico de antaño; incrementando vigorosamente servicios primarios de salud, sin variación en los últimos 20 años; rehabilitando el otrora glorioso Instituto Izquieta Pérez; corrigiendo la actual “organización” territorial por zonas y distritos e implantando otra, basada en provincias y cantones, GADs municipales y parroquiales, con participación comunitaria.
En complemento a una salud publica revitalizada, una inteligente cooperación con el sector privado contribuirá a edificar sólidas bases para que epidemias por venir, no reediten el dolor y muerte causados por ésta, que no ha terminado.