Los partidos políticos no saben lo que hacen, o son temerarios y desafían el peligro. Ellos proponen candidatos, nos obligan a votar y cuando llega la hora de contar los votos, tarea que podría hacer con eficiencia un niño de escuela, se declaran todos ganadores, proponen arreglos al margen de la ley y nos amenazan con levantamientos y venganzas. A todo esto, los árbitros detienen el conteo de votos, proclaman resultados errados, publican comunicados contradictorios cada uno por su cuenta y deslindan responsabilidades.
El acuerdo al que habían llegado los candidatos se desvaneció en el aire a pocas horas. Las palabras envenenadas que provocaron el escándalo fueron “lo que permita la ley”. Suficiente para pasar del “frente común contra la corrupción” a maldiciones como: “ni sueñen que vamos a apoyar a Guillermo Lasso” seguida de denuestos y acusaciones gratuitas.
Un cambio tan radical y súbito no tendrá explicaciones convincentes, quedaremos abocados a las especulaciones. El acuerdo inicial era demasiado civilizado para nuestra política. Tal vez la derecha puso el corralito de la ley para evitar que los conteos y reconteos se prolonguen deliberadamente y den lugar a que luego se argumente que se pasaron por encima de la ley.
Con el acuerdo inicial, Pachakutik caía en su propia trampa porque no tenían pruebas del fraude y era conducido a donde no quería ir, a un acuerdo con la derecha; la limitación legal solo fue el pretexto que necesitaba para una retirada sin matar la versión del fraude.
El primer candidato indígena con proyección nacional y con posibilidades de llegar al gobierno, volvió a convertirse en uno más de los líderes revoltosos de la protesta y la lucha contra el sistema que amenaza con movilizar a su electorado para imponer la victoria. El candidato enfrentó el dilema de conservar el electorado no indígena que había conquistado, pero abandonando la Conaie o mantenerse en la Conaie abandonando al electorado no indígena. Los líderes revoltosos de la Conaie están en la izquierda recalcitrante y no aceptarían ningún acuerdo con la derecha; la izquierda latinoamericana volvió a tenerlos juntos a los dos populismos, el autoritario y el étnico.
El Consejo Nacional Electoral no logró garantizar el proceso, la presidenta hace lo que quiere sin consultar, otros dos vocales publican comunicados por su cuenta y la otra toma vacaciones; en suma, hay consejeros, pero no hay Consejo Nacional Electoral. El orden solo se recuperará volviendo a la ley, proclamando los resultados, resolviendo las impugnaciones y manteniendo el calendario.
La derecha tendrá que enfrentar a los dos populismos en la segunda vuelta y, si quiere ser competitiva, tendrá que cambiar la estrategia y cambiar el contenido de sus propuestas. El electorado resentido que va tras los populismos exige soluciones económicas y también líderes que le ofrezcan una identidad.