La unión de las izquierdas ha provocado que los medios, los analistas, los políticos y más personajes que se ocupan de la ‘cosa pública’, agiten palmas como si se tratase de la llegada de otro convoy cargado de esperanzas, de la venida de otro mesías con extraordinarias visiones sobre el siempre esquivo ‘cambio’. Nuestra incurable novelería está enturbiando el tema, sobredimensionando el evento y olvidando un montón de aspectos que forman parte de este curioso rompecabezas.
La simpatías que despierta Alberto Acosta agregan a la convergencia de tantas ‘izquierdas’, el infaltable elemento emotivo, que contribuye a postergar el rigor del análisis y la apreciación objetiva de lo que sería un hipotético gobierno de la coalición. Acosta es un académico de antigua data, tiene largas rutas recorridas en la izquierda radical. Sus convicciones, a las que ha sido leal, lindan con el marxismo. Las conclusiones de sus tesis, que por años me han llegado puntualmente, son inequívocamente estatistas; en ellas, poco espacio le queda a la libertad de empresa y ninguno a las visiones liberales de la política y de la economía. Su vocación por el colectivismo, su marcada desconfianza por la ganancia económica, su idea de un Estado concentrador e interventor, que ya cuajó en la Constitución del 2008, están claramente expuestas en uno de sus textos más decidores, por lo franco y por lo breve: “El Estado como solución”. Su lectura despeja bastantes dudas de cuáles son las ideas que el flamante candidato maneja, y las que, a mi entender, inspirarían su eventual gestión frente al Ecuador.
Antes de leer algunas declaraciones de campaña, donde, al parecer, procura alejarse del intervencionismo, tenía claro cómo sería ese hipotético gobierno, si Alberto Acosta ejerce el poder desde sus convicciones. Lo que no tengo claro es el papel que jugarán el MPD, los indígenas, los ecologistas, los socialdemócratas, Ruptura, el socialismo tardío, etc, etc, que se embarcaron en la coalición, o se aprestan a subir al variopinto carruaje de la izquierda unida. Me temo que semejante agrupación no sea nada coherente pese a las ‘coincidencias’, muy generales, académicas e interesadas, respecto del vago concepto de socialismo del siglo XXI, y de otros arcaicos tópicos que suenan a canción protesta. No tengo claro si el personalismo, que ha sido el drama fundamental del sector, será enterrado cuando sean gobierno.
Por lo pronto, lo que yo esperaría del candidato es que nos cuente, con la claridad de exposición de que es capaz, y con la franqueza que necesitamos, más allá de lo académico y dejando de lado lo ‘políticamente correcto’, lo que efectivamente harán él y la coalición desde el poder con la propiedad privada, la banca, la libertad de empresa, la inversión, la seguridad, la justicia y la corrupción que nos agobia. En fin, como piensan gobernar.