“No existen humanos ilegales” copia un concepto de una canción de Arjona que sonó tan solidaria, que oponerse era inhumano. Los resultados de esa universalidad asumida por los ecuatorianos, hoy la pagamos con sangre, violencia y vidas que perdemos cada minuto de cada día.
Oponerse a la migración no es políticamente correcto, incluso hay legislaciones que la criminalizan y la tildan de xenofobia.
No importa si los migrantes, que usualmente huyen de la pobreza, son de religiones contrarias a las de los residentes y crean tensiones culturales que desarman el estado de bienestar que disfrutaban y para el cual, sus antepasados crearon con esfuerzo y disciplina: la riqueza, el orden y las leyes; que los nuevos pobladores no las conocen, no les importa o no quieren cumplirlas.
La mejor forma de destruir hoy un país, es enviciar a sus pobladores con drogas. Para que estas ingresen en cantidades rentables, tienen que distraer a sus fuerzas de seguridad con grandes cantidades de migrantes, que ablandan los controles de fronteras, puertos y aeropuertos; y que de ser puestos en campamentos, inmediatamente reciben la condena de poderosas agrupaciones globales con gran poder mediático y de condena pública; y de partidos de izquierda que a nivel global han conformado un cartel igual de poderoso mediáticamente y que al gobernar países, obligan a sus cuídanos a migrar a países desarrollados, qué gracias un bien manipulado concepto de obligada solidaridad, se les hace responsables de alimentar y hospedar a millones de personas entre las cuales se infiltran quienes usarán el caos para masificar la distribución de drogas, que traerá enfrentamientos entre grupos delincuenciales, que en inicio los medios locales asumen como ajuste de cuentas entre bandidos, pero en poco tiempo, convierten a la violencia armada en parte de la vida de ese país y sus ciudadanos no entienden cómo paso eso.
Para cuando los residentes se dan cuenta de que sus vidas han sido caotizadas, violentadas y protestan, son calificados de extrema derecha, de xenofobia y en muchos casos van presos, además de ser juzgados inhumanos que no conocen la solidaridad.
En Europa, las crisis migratorias obligan a los residentes a pagar más impuestos para subsidiar los servicios sociales y enfrenta un aumento generalizado de delincuencia con violencia.
Estados Unidos ha recibido millones de migrantes, que ha deteriorado la seguridad en muchas ciudades y ha permitido que el narcotráfico se infiltre en muchos estratos sociales.
En varios países nórdicos, la violencia traída por los migrantes los obliga a poner controles fronterizos que dejaron de existir cuando se conformó la UE.
España vive un aumento de la criminalidad debido a la migración masiva que ha beneficiado a la izquierda política, ya que muchos migrantes tienden a votar por partidos progresistas. Barcelona ya es la ciudad más peligrosa de Europa.
Las ONGs de ayuda a los migrantes, son criticadas por mantenerlos en la pobreza. Estas organizaciones reciben grandes recursos económicos para su trabajo, pero la ayuda prolongada perpetua la dependencia y la falta de integración.
Las migraciones descontroladas tienen un impacto profundo en la seguridad y la calidad de vida de los residentes, en la política y económica de los países afectados; Ecuador es el mejor ejemplo de como una “isla de paz” que abrió sus puertas románticamente, se convirtió en un infierno, el cual ahora sus residentes abandonan y se convierten en migrantes.
Migrar es un derecho humano fundamental y cuidar la vida y el bienestar de los residentes, también.