Donald Trump no deja de ser noticia. Desde su campaña atípica, su triunfo en las primarias republicanas. Su ascenso al poder, en unas elecciones en que derrotó por el sistema electoral a su rival demócrata, y sus actuales acciones. El primer escenario tenso fue el discurso agresivo contra la migración procedente del sur.
La idea –que persiste– de construir un muro entre la inmensa frontera de México con Estados Unidos, luce tan extravagante como complicada de concretar, pese a los anuncios e insistencias.
Ahora, y luego de una gira internacional del Presidente, se abren otros frentes de tensión que no hacen sino ratificar su visión personal, nacionalista y hasta autárquica que, para un país del tamaño y la influencia de EE.UU., no parece una buena noticia por el momento que vive el planeta.
Tensiones iniciales con Rusia, que tiene su también personalista líder y su plan de influencia en la geopolítica no fueron buenos inicios. Ahora, la diferencia de opiniones que se muestra con Alemania –país potencia, corazón político y pulso económico de la Unión Europea– no parece ser otra buena estrategia. Los temas de la política migratoria de Alemania y el superávit comercial inquietan al presidente Trump.
Otro tema candente es la negativa a firmar el Acuerdo de París. Mientras el mundo se preocupa por el cambio climático y el calentamiento global, Trump lo minimiza y usa las redes sociales para hablar de un invento chino para acrecentar su influencia. Pero injusto sería solamente imputar a Trump y su falta de compromiso con estas tesis, si grandes potencias, entre ellas EE.UU., nunca ratificaron ni cumplieron las exigencias del Protocolo de Kioto.
En todo caso, la puesta en escena del Presidente y su personalidad, mientras desgasta su imagen externa, abre frentes internos entre los que le piden ser más moderado y otras facciones que sostienen que se afirma su imagen entre sus votantes radicales.