Por años, la política colombiana estuvo dominada por el control oligárquico y la violencia. Luego de una dictadura militar, los partidos Conservador y Liberal, en 1958, formaron el “Frente Nacional”, un pacto que les dio el monopolio del gobierno, repartiéndose todas las dignidades del estado. Después del “Frente”, los dos partidos siguieron alternándose en el poder, y las fuerzas de izquierda no pudieron llegar a la presidencia de la República o a dignidades importantes.
Este monopolio de conservadores y liberales, con la exclusión de otras fuerzas políticas, fue una de las causas del surgimiento de movimientos insurreccionales. En 1964 aparecieron las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC-EP). En 1965, el Ejército de Liberación Nacional (ELN). En 1967 el Ejército Popular de Liberación (EPL). En 1973 se formó el Movimiento 19 de abril (M-19). La guerrilla era, en la práctica, la única forma de hacer política para amplios sectores populares.
El M19 fue el primer movimiento que resolvió dejar las armas e insertarse en los procesos electorales. Tuvo éxitos locales y presencia en el Congreso, pero se mantuvo el predominio de la clase política, en especial de la extrema derecha liderada por Álvaro Uribe. Sin embargo, una alternativa electoral de izquierda, en el tercer intento, logró triunfar por primera vez en la historia hace algunos días. Gustavo Petro, que fue un gran alcalde en Bogotá y un influyente senador, presentó una alternativa progresista y democrática asumida por la mayoría del electorado. Llega al poder en medio de grandes expectativas.
Petro hizo una campaña de tesis y propuestas. Es firme y demócrata. Puede hacer un gran gobierno, en la línea de otras figuras de izquierda latinoamericana como Tabaré Vásquez y Michel Bachelet, sobre todo si pone distancia de caudillismos corruptos como el chavismo o el correísmo, que desprestigian a la izquierda. Así lo hizo, por ejemplo, Gabriel Boric, presidente de Chile, que hace un gobierno renovador y progresista.