La historia de los partidos, movimientos y militantes de la izquierda latinoamericana tiene páginas de heroísmo que no pueden ser olvidadas por la triste y tonta izquierda contemporánea de algunos- ojalá no muchos – que hoy son feligreses del culto al socialismo del siglo XXI y a sus profetas. Con motivo de la visita fallida del presidente Nicolás Maduro a la posesión del mando en el Ecuador, se suscitaron movimientos de protesta como pasa en cualquier parte del mundo. Pero también por parte de aquellos que se identifican con una democracia que acumula más de 70 víctimas y con un solo poder del estado unificado sin ninguna cortapisa institucional. Es comprensible que el gobierno saliente se haya alineado sin beneficio de inventario y respaldado al gobierno de ese país, pues siempre confundió ideología con política como en los días más crueles de la Guerra Fría. Pero lo que llama la atención es que la mayoría de los concejales del Distrito Metropolitano de Quito, que ya son mayorcitos y leen la prensa o las redes sociales para informarse de lo que pasa en las calles venezolanas, hayan pretendido honores o se opongan al repudio al mandatario venezolano. Pero lo que resulta insólito, es observar a jóvenes ecuatorianos que en el marco de la representación gremial, hayan pedido la expulsión de los ciudadanos venezolanos que protestaron por la libertad de su patria. Por momento fue sorpresivo que no vistan la camisa negra o parda y quemen libros como el 10 de mayo de 1933 en la Plaza de la Ópera de Berlín por parte de la Federación de estudiantes nazis.
El fenómeno de las adhesiones polarizadas ya se presentó durante la Guerra Fría de los años 50 y 60. Muchos intelectuales europeos de primera línea podían ocultar que sabían de las purgas de Stalin y los campos de Siberia, pero les fue imposible aceptar la invasión soviética a Hungría en 1956. Otros callaron, pero ya no pudieron negarse al repudio cuando las mismas fuerzas militares acabaron con la Primavera de Praga en 1968. Fueron ocasiones únicas en que alguno, de reconocida presencia intelectual, diferenciaron los principios que identifican a una ideología (la marxista) de la política represiva dictada por el Comité Central del Partido Comunista de la URSS.
Es difícil aceptar que quienes enarbolan todavía la efigie del Che Guevara olviden sus luchas y emociones y no logren diferenciarlo de los líderes y gobiernos que expropiaron el socialismo para el siglo XXI.
Esos jóvenes gremialista, concejales y asambleístas desconocen que en la historia nacional hubo preclaros hombres de la izquierda como Pedro Saad Niyaim , Enrique Gil Gilbert, Antonio Parra Velasco y otros que fueron coherentes con las causas de las banderas rojas, pero que jamás se identificaron con sátrapas disfrazados de payasos.
Por ese motivo es necesario repetir lo que dijo el presidente electo en Bogotá cuando contestó a la pregunta de si éramos parte de un bloque y respondió que Ecuador solo es parte mundo.
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