El 14 de julio cumplió 90 años uno de los estadistas más respetados de todos lo tiempos. Con más de sesenta años de servicio al país y autor de la mayor obra pública ejecutada en el país, Sixto Durán Ballén llega a su nonagésimo aniversario con la dignidad que solo una vida transparente y consagrada al bien común puede conferir.
De Sixto se podrían decir muchas cosas. Planificó y construyó los principales puertos y aeropuertos del Ecuador; trazó una red vial integral que sirve de matriz hasta nuestros días; batió un récord histórico en la cantidad de viviendas populares edificadas; levantó el Palacio Legislativo y remodeló Carondelet; construyó las vías, túneles y pasos a desnivel que han soportado el crecimiento vehicular de Quito y, adelantándose a su tiempo, inició los estudios para la construcción del metro en Quito y adquirió derechos de vía. Su mirada de largo plazo no fue comprendida siempre. La construcción del Aeropuerto Mariscal Sucre realizada por Sixto provocó la reacción de la prensa capitalina que calificó la obra como un elefante blanco. Difícil imaginar que habría sido de Quito y del Ecuador sin todas esas obras.
Como Presidente, estabilizó la economía nacional y redujo la inflación del 60 hasta el 25% en dos años. El salario real alcanzó sus niveles más altos mientras la paridad cambiaria tuvo una estabilidad sin precedentes. Hubo un crecimiento explosivo de las exportaciones, particularmente hacia Colombia, y se abrieron nuevas rutas comerciales con Asia. Con un precio de petróleo equivalente a la quinta parte del valor actual, su Gobierno lanzó un plan vial ambicioso que incluyó las vías marginales de la Costa y Oriente. Su modelo de estado privilegió el desarrollo de gobiernos locales a los que apoyó por encima de filiaciones políticas. Prueba de ello es el enorme soporte brindado al alcalde Febres Cordero, su mayor detractor y opositor, para que iniciara la transformación de Guayaquil.
Uno de sus mayores hitos fue la conducción de la guerra del Cenepa y la forja de una unidad nacional inédita que contribuyó a la victoria militar. Con aplomo y serenidad, impidió que el conflicto se propagara a otros frentes. Su acción más notable, sin embargo, fue la fractura de las imposturas patrioteras que impedían un acuerdo con el Perú. Por ello, y en contra de la tesis irresponsable de la “herida abierta”, reconoció la vigencia del Protocolo de Río y llamó a los garantes. Su valeroso gesto abrió el camino hacia la paz.
Sixto es un humanista cristiano a carta cabal. Durante su Gobierno buscó romper el modelo rentista y mercantilista que ha imperado en el país e instaurar una economía social de mercado apoyada en un estado de derecho constitucional. Su absoluto respeto hacia las instituciones y libertades ciudadanas le permitió concluir su mandato con un 70% de respaldo ciudadano.