Cuando le preguntaron a Churchill sobre cierto aspecto de la política exterior de la URSS dijo una frase memorable: “Se trata de una incógnita envuelta en un misterio rodeado de un enigma”.
Algo parecido sucede con el venezolano Hugo Chávez. La primera de las perplejidades es el cáncer que padece. ¿Se muere o no se muere? Según los síntomas corporales aparentes ha mejorado. Se le redujo la gorguera de grasa y cortisona que le nimbaba el rostro, vuelve a hablar incansablemente, canta, salta, insulta. Lo de siempre: delira, luego existe.
Pero hay otros síntomas más sutiles. Raúl Castro, que conoce las tripas de Chávez como la palma de su mano, salió a buscar plata y anudar alianzas con China, Rusia, Vietnam, y cualquier país capaz de aliviar la crisis que supondría para la Isla el fin súbito del subsidio venezolano. Raúl es precavido. No quiere que el final de Chávez lo sorprenda con los pantalones en los tobillos. Hay más. Granma está calladito. Los periodistas y comisarios saben que ninguna persona seria habla de la curación de un cáncer hasta 5 años después de terminados los tratamientos.
El segundo misterio es tanto de Chávez como de sus adeptos. Parece que sube en las encuestas. Su aceptación ha aumentado, pese a los graves problemas de inseguridad (19 000 asesinatos en un año), la inflación (la más alta de América Latina) y el desabastecimiento esporádico de bienes básicos de consumo masivo. Cómo y por qué se puede gobernar tan rematadamente mal y no pagar por ello un precio en las urnas es un desafío al sentido común.
No es un fenómeno inédito. Perón, pese al desastre, nunca bajó del 70% de popularidad. Como sucedió en la Alemania de Hitler y la Italia de Mussolini, los pueblos pueden conectar emocionalmente con un líder torpe y temerario que los lleva al desastre.
El tercer misterio es el más extraño de todos: ¿por qué Chávez se mantiene fiel a una alianza absurda con Irán, Siria, Bielorrusia, Norcorea y otros Estados de la misma calaña? ¿Por qué apoyó a Gadafi hasta el final su tiranía?
Según los israelíes, Venezuela ayuda a Irán en su proyecto de construir armas nucleares. ¿Qué sentido tiene introducir a Venezuela en el peligroso avispero del Medio Oriente?
Es posible que Fidel Castro le comunicara su pasión por enterrar a Occidente. Pero si Chávez puede observar serenamente descubrirá que lo único que su mentor caribeño consiguió, realmente, en más de medio siglo de delirios y batallas, fue enterrar a miles de cubanos en cementerios africanos y en cuanto paraje agreste le resultó propicio para sus locas fantasías de guerrillero planetario.
Así son los misterios. Pura irracionalidad.