Un coro de voces diversas, la mayoría de ellas con la más buena intención, han señalado al Ministerio de Educación (ME) la inconveniencia de iniciar la Reforma al Bachillerato el próximo septiembre.
El rico debate sobre la propuesta estaba en crecimiento a la espera de un proyecto más afinado que debía el ME entregar en estos días. Grandes ausentes de este coloquio, sectores universitario y productivo empezaban a preocuparse del tema. Ese país de espaldas a los temas fundamentales parecía despertar por acción de los medios.
Por otra parte, en estos días, casi todos los colegios han salido a vacaciones. Autoridades y profesores retornarán en agosto a sus aulas y, en el mejor de los casos, tendrán unos 20 días para enfrentar el promocionado inicio del bachillerato.
Con una propuesta inconclusa y con los operadores educativos de vacaciones, se puede prever que dicho arranque no tendrá los mejores pronósticos. De ser así, nadie entiende la obcecación del Ministerio de Educación, que será uno de los afectados de un probable fracaso del precipitado inicio. ¿Quién, conscientemente, se coloca la soga al cuello a menos que quiera suicidarse?
Una de las explicaciones de es que al ME no le queda otra salida. Por mandato de la nueva Ley Orgánica de Educación Intercultural (LOEI) la reforma “va por que va”. La sexta transitoria de la LOEI señala que: “La aplicación del bachillerato general unificado se iniciará durante el año lectivo 2011-2012 para todos los establecimientos educativos…”. De esta manera, por decreto la rea-lidad tiene que cambiar. Ob-viamente, la realidad cambia-rá pero hacia la desorganización y el caos.
Lo relatado da cuenta de lo complejo que es administrar el poder. El voluntarismo (enorme voluntad de hacer las cosas pero sin considerar la viabilidad y las consecuencias), el tecnocratismo (diseñar y planificar desde el escritorio o desde los libros sin tomar en cuenta la realidad), eficientismo (creer que la eficiencia es similar a rapidez) y la inexperiencia, entre otros aspectos, son pésimos consejeros de la autoridad. El lector debe revisar el rosario de disposiciones transitorias de la LOEI, como la referida al bachillerato, para hacerse una idea de la ligereza e ingenuidad con la que se administra el cambio desde la Asamblea Nacional asesorada por determinadas instancias del Ejecutivo.
El resultado de todo esto es que por acción de la ‘revolución ciudadana’ se genera una mayor desinstitucionalización del Estado en algunas áreas sensibles y estratégicas. El salto del viejo al nuevo Estado es un trampolín que nos remontará al pasado, con el consiguiente impacto negativo para la gente.
Al menos en educación y con el pretexto del bachillerato, encontremos con el ME una salida concertada para no perder una oportunidad de hacer cosas interesantes y sustantivas para el país.