Un trabajador muere cada día en Ecuador debido a las extensas jornadas laborables. A escala mundial son cerca de 2 000 personas, principalmente en China e India, pero también en países desarrollados como Bélgica, Países Bajos, Dinamarca, Italia y Japón.
Este fenómeno lleva varios años, al punto que ya tiene un nombre. Cuando una persona en Japón muere por trabajar demasiadas horas se llama ‘karoshi’, en China lo denominan ‘gnalosi’ y en Corea del Sur, ‘gwarosa’.
Las cifras más actualizadas de fallecidos por exceso de trabajo son del 2016 y fueron presentadas la semana pasada por la Organización Internacional del Trabajo (OIT) y la Organización Mundial de la Salud (OMS). La primera organización advierte que en el futuro habrá que cuantificar las pérdidas de salud derivadas de varios otros factores de riesgo ocupacional. Además, los efectos de la pandemia del covid-19 añadirán otra dimensión a esta carga que deberá ser reflejada en futuras estimaciones.
Este tema lo traigo a colación porque en los próximos días el Gobierno presentará a la Asamblea una reforma laboral, cuyo contenido aún se desconoce. Sin embargo, el Ministro de Trabajo ha adelantado varios puntos que apuntan a flexibilizar la ley con el objetivo de bajar los costos de contratación y de despido. El argumento es incentivar la contratación de trabajadores, sobretodo jóvenes y mujeres, para lo cual las empresas tendrán incentivos tributarios.
Aunque no se prevé modificar la jornada de 40 horas semanales, sí se ha planteado distribuir ese número de horas a lo largo de la semana, en función de las necesidades de la empresa. Algo similar lo impulsó el gobierno anterior a través de la creación de nuevos contratos de trabajo.
Hasta ahora, el debate sobre el mercado laboral en Ecuador gira alrededor de la la nueva reforma, que el oficialismo la bautizó como Ley de Creación de Oportunidades.
Sin duda, la generación de empleo es una prioridad, ya que la crisis por la pandemia está llevando a miles de ecuatorianos a buscar trabajo en Estados Unidos, arriesgando su vida y empeñando su patrimonio actual y futuro para pagar a los coyoteros.
Pero la misión de los gobiernos también es mirar a largo plazo y abordar los problemas laborales de forma integral, incluso para que la sociedad civil se convierta en un aliado.
En Chile, por ejemplo, desde el 2019 se debate una reducción de la jornada laboral, de 45 a 40 horas semanales, como parte de una estrategia de desarrollo en la cual haya equilibrio entre mayor producción, menos horas de trabajo y mayor bienestar social.
Las recientes cifras de la OIT y la OMS deben llamar la atención de empresarios, autoridades y sindicatos para mejorar y proteger la salud y la seguridad de los trabajadores.
La pandemia impulsó el teletrabajo, las enfermedades ergonómicas han aumentado y la desconexión del trabajador es solo un enunciadoen muchas empresas. Antes se decía que no hay que vivir trabajando. Ahora queda claro que ese comportamiento es la principal causa de muerte del trabajador.