Con mayor frecuencia cada vez uno va sintiéndose como un Cristo que no sabe si lo que le va a llegar es un lanzazo o una pedrada o un cuenco de agua para calmar la sed. Se impone procesar los acontecimientos de acuerdo con los propios criterios y así opinar, a sabiendas que la última palabra le corresponde a la historia.
Algo muy gordo debe tener entre manos el que será presidente de Colombia, señor Santos. En una decisión sin precedentes la futura Canciller ha venido a visitarnos con una bandera de paz “para poder demostrar todo el cariño de Colombia a Ecuador y pasar la página”. Eso de cariño me puso en ascuas a sabiendas que para Uribe y Santos el amor no existe en las relaciones internacionales, sino los altos intereses de su país como lo demostraron en Angostura y en sus vinculaciones con los Estados Unidos.
A mi juicio, lo que sí ha demostrado tal visita es la importancia que le concederá a nuestro país el nuevo Gobierno colombiano. Creer que Uribe y Santos se han distanciado en política internacional me parece un disparate. Uribe acusándole a Chávez de amparar la presencia en su territorio de altos jefes de las FARC, como algo inaceptable, por un lado. Por el otro, el ánimo manifiesto de Santos de estrechar las relaciones con Ecuador, país fraterno al cual jamás le ha correspondido el papel de Caín. Los dos apuntando al mismo blanco: Venezuela. Hay algo más: la visita de la señora Clinton y las dos de Valenzuela, subsecretario de Asuntos Latinoamericanos del Pentágono, debo interpretarlas como coincidentes con el cariño que Santos nos tiene y la importancia que se nos asigna en el tablero sudamericano.
Pese a las reservas que todo militar en el poder me produce, el gobierno de Chávez me entusiasmó cuando cortó por lo sano el saqueo del que había sido víctima Venezuela por más de 50 años, y no tan solo por las transnacionales del petróleo, sino por sus propios gobernantes. Integracionista como soy, la desenterrada figura de Bolívar animando nuestras políticas internacionales me llegaba a lo más consciente de mis neuronas. Ni qué decir tiene que aplaudí hasta que me dolieron las manos los convenios energéticos sudamericanos, incluida nuestra Refinería del Pacífico, como los pasos más concretos para desarrollarnos con nuestros propios recursos y llegar así a la segunda independencia.
¡Destino cruel! Chávez se dejó llevar de la mano por los hermanos Castro, sumándose así a los últimos que creen que puede llegarse a la justicia social sin libertad. Con el agravante que las utopías de resultados históricamente desastrosos requieren de ejércitos bien apertrechados para no desplomarse y se constituyen así en un peligro para los vecinos. ¡Tiempos de disyuntivas los nuestros! Qué responsabilidad tan grande la del presidente ecuatoriano señor Correa.