Es notorio que a Nicolás Sarkozy le preocupa su estatura física. Si no, no usaría esos zapatos con semejantes tacos, que además contrastan con el calzado casi sin suela –chatitas– que usa su esposa, Carla Bruni.
Quizás la razón esté ahí: no quiere que ella parezca mucho más alta que él. Pero no debería ser la principal, puesto que, como se sabe, en el amor no hay alturas (y en el lecho tampoco), y ellos ya cuentan con mas de tres años de feliz matrimonio y con una hija.
Puede que sea por afanes de grandeza y trate de igualar en estatura al Gral. Charles de Gaulle. Si ese es el propósito le hubiera sido mas fácil haber elegido a Napoleón. Lo lograría hasta descalzo. Quizás. Es probable que piense que los “tacones” le permiten tratar y mirar a la gente “desde arriba”. Por lo menos esa es la imagen (de agrandado y desubicado) que proyecta cuando dice del primer ministro de Israel, Benjamín Netanyahu, que “ es un mentiroso” al que “no puede tragar”. Y esto para justificarse ante Obama (durante la G20) de por qué no le aviso que iba a votar el ingreso de Palestina a la Unesco. Seguramente a Ángela Merkel sí le avisó.
En esa línea hay que ubicarlo cuando afirmó (en cumbre de Bruselas) que “fue un error” aceptar a Grecia en la Eurozona, dado que su economía “no estaba preparada”. Pero más lejos fue –en esa reunión y en su actitud– con el primer ministro británico, David Cameron, a quien le espetó: “Usted ha desperdiciado una buena ocasión de callarse “(¿y por casa cómo andamos?). “Estamos cansados de oírle criticarnos y de que nos diga lo que tenemos que hacer”, dijo Sarkozy al inglés, advirtiéndole de que no se meta en los problemas de la Eurozona, olvidando, quizás, algunos hechos de la historia.
No menos arrogante fue (en la G20) con Panamá y Uruguay, países a los que incluyó en la lista de “ paraísos fiscales”, y a los que dijo que no “está dispuesto a tolerarlos” y que “serán puestos al margen de la comunidad internacional“. Su referencia a Uruguay la hizo, parece, a pedido de la Presidenta argentina, quien aprovechó la ocasión para mostrar la política amistosa y de buena vecindad que los Kirchner practican con sus hermanos uruguayos. Con Brasil no solo no se animan, sino todo lo contrario.
Sarkozy ha cambiado, sobre todo si se le compara con aquel que a fines del 2007 (reunión del G 8) se presentó ante la prensa algo ebrio (al salir de una reunión con su colega ruso Putin, en la que solo se tomó agua). Parecía un muñequito y consciente de sus limitaciones se limitó a decir: “¿ que preferís?, ¿ que responda preguntas? Sin duda eso es lo preferible y, dada la experiencia, incluso que no esté tan sobrio.
Allá los franceses y Sarkozy .