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Últimamente he leído varias veces, en diferentes tonos y contextos, la exposición de una idea que parece estar cobrando fuerza en nuestro medio. En su forma extremadamente sintética, esa idea dice que es preciso privilegiar lo que es bueno para el país en su conjunto, superando las ideologías que solamente persiguen objetivos particulares.
Si por ideología se entiende la declaración de principios que debe presentar cualquier agrupación política para ser legalmente reconocida como partido o movimiento, concuerdo con la necesidad de superarlas a todas. Bien examinadas, tales declaraciones suelen ser una cansina repetición de las mismas frases hechas y vaciadas de todo contenido: en rigor, nada tienen que ver con los reales propósitos de sus organizadores.
Pero la ideología es algo mucho más complejo. Formada por un sistema de ideas y valores, pero también por deseos, aspiraciones, temores y prejuicios, expresa la visión que cada estamento tiene sobre la vida humana, el mundo o la naturaleza, pero se manifiesta siempre internalizada en la conciencia individual y se traduce en el respeto, la indiferencia o el desprecio con que podemos tratar a los demás, en la confianza o el desaliento que nos produce el espectáculo del mundo, en el cuidado de la naturaleza o el afán de aprovecharla, o, desde luego, en los comportamientos políticos más que en los discursos sobre ellos.
Pero precisamente porque corresponde a la visión que cada estamento de la sociedad ha formado desde su propio mirador, es imposible que en ella puedan coincidir todos los miembros de una sociedad determinada. La idea misma de lo bueno es por lo tanto relativa. De hecho, lo que es bueno para unos puede ser malo para otros: lo que es bueno para los importadores puede ser malo para los productores locales de productos equivalentes; lo que es bueno para ciertos empresarios suele ser malo para los trabajadores; lo que es bueno para los terratenientes puede chocar con lo que es bueno para los industriales.
La vida social es el escenario de los esfuerzos de cada estamento por hacer prevalecer su propia visión de los valores. Una conciliación perfecta de aspiraciones, necesidades e intereses parece ser imposible y jamás ha sido alcanzada en ningún lugar del mundo, aunque en el plano de las ideas y los valores se produzcan aparentes coincidencias. Todos podemos coincidir, por ejemplo, en que es necesario consolidar la democracia; sin embargo, si la democracia consiste para unos en la búsqueda de la sujeción de las minorías a las aspiraciones de la mayoría en un régimen de libertad y participación, para otros es la sumisión de la mayoría a los intereses de una minoría y abre la puerta a los autoritarismos.
El contenido de ideas abstractas nunca podrá ser unívoco. Bien, justicia, independencia, soberanía, libertad, tienen diversos significados y hay diversas versiones sobre ellos. ¿Cómo podríamos arreglarnos para buscar lo que sea bueno para todos?