En nuestro país, Ecuador, entre las provincias de Orellana y Pastaza, en plena cuenca amazónica, existe, en apenas 9820 kilómetros cuadrados, entre los ríos Napo y Curaray, un parque selvático designado por la Unesco, en 1989, reserva de la biosfera. En parte de este territorio intenta voluntariamente sobrevivir, en plenitud de aislamiento, el pueblo huaorani, apartado de este vergonzoso mundo de odios y guerras fratricidas, de aires y cielos inhóspitos, de dolor y de sangre.
Dicen los que saben, que el Parque Nacional Yasuní y ‘la zona ampliada subyacente’ se consideran la zona más biodiversa del planeta por su riqueza en anfibios, aves, mamíferos y plantas. Se dice también que el parque cuenta con más especies de animales por hectárea que toda Europa junta: anfibios, reptiles, aves, mamíferos… Miles de especies de flores, algunas aún no descubiertas, un tesoro en altísimo riesgo, que el gobierno del señor Mahuad declaró ‘zona intangible’, para proteger a los pueblos que en ella habitan y preservar la reserva de la biosfera.
Pero la desgracia del petróleo tocó también al Yasuní, esta gran desgracia que nos tiene pobres y endeudados, este ‘pilar’ de la economía que nunca supimos administrar, que creó mitos sin cuenta, como el del ‘cambio de matriz productiva’ que a estas alturas de los ‘cambios’ nadie sabe cómo entender, de qué modo interpretar. Palabras, palabras… Dicen que el petróleo del Yasuní es pesado, ojalá lo fuera tanto que nadie pudiera extraerlo…, entiéndanme.
Grupos de ecologistas luchadores imaginaron la Iniciativa Yasuní-ITT, y el presidente Correa la tomó a cargo, a fin de impedir la extracción de petróleo del bloque petrolero ITT situado en la zona norte del Parque. Pero, o la falta de fe en la iniciativa, o la falta de trabajo profundo para su difusión, o el egoísmo ciego de todos, impidió que esta iniciativa fuera aprobada y quién sabe si esta decisión o falta de decisión tuvo la bendición secreta de los que saben y de los que pueden…, porque por encima de todos y de todo están la ambición, el ansia de dinero inmediato y visible y del poder que el dinero da; la apariencia de triunfo cuando la plata llega a manos llenas y a manos llenas se puede gastar, hasta vaciarlas… En consecuencia, esa ‘parte del parque’ se usará ¡durante treinta años, nada menos!, para la explotación petrolera, y en esos treinta años los pueblos en aislamiento voluntario habrán sido aculturados –hoy mismo, muchos de sus miembros ya lo son- y vagarán por la patria ‘su patria’ como cargadores, barredores de calles, minadores de basura, cuidadores de carros en ciudades inhóspitas, sucias, sin aire, sin árboles, sin ríos, sin paz y sin estrellas. ¿En treinta años?, no: en diez, en cinco, compañías petroleras, petroecuadores, explotadores chinos, rusos, canadienses, todos temibles; rutas y colonos, mercaderes y dinero, mentiras y sueños harán del que una vez fue Parque Nacional, un ámbito deleznable de aguas pútridas y niños de ninguna parte y ojos asombrados, que ignorarán su lengua, de dóndevinieron y hacia dónde irán…