Es triste lo ocurrido con Gran Bretaña: el referendo en el que decidieron salir de la Unión Europea debilita a su economía y a la economía del resto del continente. Debilita también la idea de que el Occidente es una opción realista de democracia liberal. Debilita las mismísimas instituciones que han sido las responsables de la paz en Europa en los últimos 70 años.
También fueron trágicas las razones que llevaron a muchos votantes a apoyar el Brexit (neologismo consistente de Britain + exit). Según un fascinante análisis hecho por Michael Ashcroft, un miembro de la Cámara de los Lores, quienes ven con malos ojos al multiculturalismo, el feminismo, el liberalismo social, el movimiento verde, la globalización, el internet y la inmigración, todos ellos votaron abrumadoramente a favor de salir de la Unión Europea (UE). Parecería que algunos retrógrados fueron cautivados por el Brexit.
Si bien no es el fin del mundo, sí es un golpe para muchas de las cosas positivas que han pasado en el planeta desde que terminó la II Guerra Mundial.
Pero claro, después del golpe, hay que ver qué opciones les quedan a los ingleses y cuál es la mejor frente a la inminente salida de los británicos de UE. Ahí lo clave es definir su futura relación económica (en el más amplio sentido de la palabra) con el resto del continente. El problema es que cuatro décadas de ser parte de un espacio económico cada vez más integrado han creado vínculos difíciles de romper entre todos los miembros de la UE.
Para crear un mercado único, los europeos han venido unificando las normas que regulan los intercambios de bienes, servicios y factores de producción en todo el continente. Así, por ejemplo, hay regulaciones comunitarias que definen el tipo de reservas que debe tener un banco, lo que es un plátano, la tasa del IVA o la atención médica que recibe un trabajador de otro país de la Unión. Sólo así se puede garantizar que lo producido en un país pueda ser vendido, sin ventajas injustas, en cualquier otro lado de la Unión.
Y si un país que no es miembro de la UE quiere tener acceso ilimitado a sus mercados, debe adaptarse a todas esas normas. Actualmente ese es el caso de Suiza y Noruega, dos países que respetan y aplican todas las normas comunitarias, incluso contribuyen financieramente a la UE, pero que no son sus miembros. En otras palabras, aplican todo lo que la UE decide, pero no influyen en esas decisiones y encima pagan por el derecho a hacerlo, en una relación muy similar a la de una colonia y su metrópoli.
Pero, a pesar de todo, esa es la mejor opción para Gran Bretaña (GB), porque todas las otras implican más rupturas traumáticas entre la mayor economía del mundo (la UE sin GB) y la quinta (GB). Augura, sobre todo, malos días para actores que valoran la democracia y el estado de derecho. Triste.